Por Luis E. Gómez

LUIS VILLORO

El presente trabajo esta dedicado a discutir el artículo que el filósofo Luis Villoro escribió para El País y cuyas conclusiones establecen una relación problemática entre los conceptos de servicio y de servidumbre. Con ello queremos contribuir a un debate central en una sociedad que podemos reconocer como postcolonial.

El concepto de SERVIDUMBRE nos conduce a la figura del SIERVO, al estado o situación del siervo. Pero, modernamente a la condición del SIRVIENTE (en nuestra sociedad patriarcal más bien SIRVIENTA).

Lo anterior permite establecer un paralelismo entre SERVIDUMBRE (como situación o condición del SIERVO), Servidumbre (como sistema de ayuda subordinada a cargo de un grupo de sirvientes) y un tercer concepto más bien ligado a la moderna condición de los servicios.

Así pues, la condición de la servidumbre no parece ser idéntica a la de servidor en condición de servicio. Los servicios públicos, por ejemplo, han originado al servidor público. El o los servicios definen una idea que puede ser abstracta (servir a la sociedad) o concreta (servicios comerciales especializados).

Una diferencia sustancial: el SIERVO es siervo de tiempo completo (es su condición) el SERVIDOR lo es durante el SERVICIO, después de un horario se convierte en un ciudadano o en un cualquiera o en alguien para su entorno. Tengo la impresión que los servicios se inscriben en la lógica del intercambio: pago por servicios.

Mientras que en la servidumbre de los siervos el intercambio formal es efectivamente trabajo de la tierra del señor a cambio de una proporción del producto y de protección dentro del territorio. Equivalente formal digo, porque lo esencial es la relación que determina la condición, y ésta se establece como unja forma de dominación. No se es siervo sin señor. Pero la existencia del señor no basta.

Se requiere que la condición sea más o menos general, que dé lugar a estructuras o sistemas, por supuesto, siempre amenazadas por la rebelión de los siervos, (contra su propia condición), amenazadas por la disputa territorial de otros señores, o por la centralización del poder en un solo señor. Lo anterior hablaría de la declinación de los ejércitos privados en favor de un solo ejército: especialmente, por el paso de los feudos a las grandes ciudades.

Según La Boétie, la dominación del Señor sobre los ciervos nunca fue directa, por lo que como toda estructura compleja, requería de mediciones. El tirano, decía La Boétie, requiere de tiranuelos y éstos de instrumentos materiales, culturales y en particular instrumentos potenciales de violencia. El tirano sin estos seis, seiscientos o seis mil, dice La Boétie, no es nada.

El Shogún japonés requería de los señores de la tierra y éstos de sus ejércitos privados y dentro de ellos algunos militares más capaces que otros para definir los mandos, establecer la servidumbre dentro de los ejércitos para mantener la servidumbre feudal. Así el intercambio, tierra, alimentos y protección, adquiere un contexto político – cultural distinto.
Explicativo.

Este juego conceptual entre servidumbre y servicio puede ser muy clarificador: empero creo que además de las tres arriba mencionadas, puede existir una cuarta forma aún más abstracta,: servidumbre como condición humana, forma transhistórica cuya derivación no es, ni la condición del siervo, ni la condición del servicio sino el servilismo.

Es en el terreno de la ética y de la moral que esta condición se ubica. Así quizá la servidumbre, establezcamos casi siempre un correlato de dominación y libertad. Como quiera que se les defina, se muestran más bien como una relación tensional donde, no pocas veces, no son sino expresión de dos formas distintas de dominación que se contraponen.

Aparte de la servidumbre de los servicios ¿hay una institución moderna de la servidumbre? ¿no en el propio concepto de INSTITUCIÓN el que encarna? Yo creo que sí, solamente que la servidumbre contemporánea está cruzada de ambigüedades.

Estas ambigüedades se establecen no sólo entre fines y medios de la institución donde muchas veces los medios se vuelven los fines, sino también entre quienes forman parte de ella.

¿Quiénes y cómo se sirve a los fines de la institución y a la institución misma? ¿y los fines de clase o intereses de clase? (hoy tan menospreciados y olvidados). Y sin embargo, formalmente y a veces hasta por contrato todos servimos a la institución y a sus fines y sus medios, o todos servimos en la institución y a sus fines y sus medios, o todos servimos en la institución o algunos se sirven de la institución y algunos somos servidos (hasta en sentido alimentario, ¿no le llamamos a algunas formas de la grilla canibalismo?) ¿a los fines de otros en la I?

¿Pero, cómo desentrañar toda esta PARAFERNALIA de la servidumbre moderna?

Habría que acercarse a ese viejo concepto jurídico de origen cristiano llamado IMPLICACIÓN. Simplemente yo diría que descubrir la implicación es como el efecto de un relámpago sobre la noche obscura que nos agarra en posiciones específicas, sorprendiéndonos en nuestros actos, pero al mismo tiempo escapando esta súbita iluminación de lo social, dejándonos fuertes dudas en nuestra frágil memoria, de si realmente estábamos en la posición en que nos sorprendió el trueno.

Más aún cuando el siguiente relámpago nos ubica en una variación de nuestra posición anterior o incluso en un lugar distinto.

No es fácil, por tanto, ubicar nuestra implicación, nuestro grado de servidumbre en la institución, tan cuajada de intencionalidades (campo de subjetividad pura) y de materialidades (campo de las posibilidades impuras).

A diferencia del Profesor Villoro, creo que toda servidumbre es pérdida de autonomía, aún el contrato más equitativo se fijan reglas y condiciones para la ejecución del compromiso. Ahí, la servidumbre puede ser recíproca. Me obligo con quien se obliga conmigo.

Es verdad, servidumbre y dominación son conceptos distintos, pero es verdad también que no hay servidumbre sin dominación. He dicho desde el principio que no encuentro una identidad clara entre servidumbre y servicios.

Creo que la priva en la institución de los servicios es más bien una figura contractual, pero no tengo duda, es que en la institución de los servicios hay servidumbre, como la hay en toda institución.

El maestro Luis Villoro encuentra que alguna servidumbre (como entrega o como compromiso) puede manifestar una carga de sentido de la vida. Pero este abandono voluntario, este ser siervo de una causa puede expresar también una forma de alienación y no necesariamente ser un acto de libertad individual frente a la sociedad.

El concepto de “don” en el contexto de la servidumbre es, desde mi punto de vista, difícil de manejar. El “don” de sí (quizá solo en algunos casos la servidumbre es voluntaria) y el “don” o regalo de cosas deja en el recipiente un símbolo de mi presencia que obliga a la reciprocidad.

El regalo se puede volver una institución, como en el Japón, donde no se puede llegar a una cosa sin llevar un regalo. Este “don2 no implica servidumbre frente al receptor, no es un tributo, el receptor se obliga a llevar un regalo cuando me visite. Estos actos implican más bien servidumbre a la institución del regalo y los fines que persiguen con ello.

Se trata más bien de cortesías cortesanas que llegan a lo más básico de la sociedad: la pequeña casa privada es, en cierta forma, una repetición a escala de la gran casa imperial donde el que manda recibe cumplidos que preceden la atención que hay que dar al visitante, al cual también hay que tratar como rey o como se merece. Pero todo lo anterior yo insistiría en mantener una distinción entre servicio y servidumbre.

El concepto de servicio puede derivar en la acción servicial que tiene un signo moderno positivo asociado a la eficiencia y a la atención adecuada, pero cuando se pasa de lo servicial a lo servil, la palabra (en español naturalmente) se descompone en dos ser – vil, ser pusilánime, y estaría más bien relacionada a servidumbre que a servicio. Aún ahí, el ser vil no es ser completamente siervo, ya que se es servil para otros fines que los del servicio, no se explicitan, guarda para sí los motivos de su bajeza, ese es el ámbito de su autorestringida libertad, así sea una libertad pusilánime y vergonzante. Ser vil para sacar provecho de su servidumbre.

El texto del Profesor Luis Villoro tiene un valor invaluable en cuanto que adopta una posición viquiana. No todo presente es mejor: hay en el pasado situaciones preciosas que se han perdido sin que modernamente derramemos una lágrima, donde el presente no es hijo del pasado, sino una negación absoluta. Pocos son los autores que valoran este sentido de pérdida obnubilados por el presente como destino del futuro. O más bien del futuro como destino del presente. Nada garantiza ni prueba que la supuesta relación contractual de hombres libres sea mejor que otras relaciones habidas en el pasado.

El mundo adquiere sentido en el contrato capital – trabajo, capital – capital y mediante la competencia comunicativa, adquiere sentido en la globalización y la formación de los bloques, intercambio desigual y generalizado, adquiere sentido en la relación individuo – sociedad. En todo ello privan formas de dominación y se expresa “el poder”.

Estos contratos están precedidos de relaciones de fuerzas que se modifican y se rehacen por la política. Es la forma moderna de la servidumbre siempre presente, siempre reconfigurada, siempre impuesta, pero también aceptada. Aunque haya momentos de emancipación deseable y bienvenidos, pero anunciadores para los ingenuos de nuevas formas de servidumbre acaso más sutiles y sofisticadas, acaso más brutales y ominosas.

Ese es el signo de nuestra tiempo: INCERTIDUMBRE madre de toda servidumbre.

Nuestro tiempo moderno se agota, se vuelve objeto de museo, estalla en la creencia del pensamiento moderno como emancipación y se rompe en la mitología de sus grandes relatos, otorgados de sentido a las potencias que fueron los macroproyectos históricos.

Con ello, la forma posmoderna de la libertad y de la servidumbre también estallan y abren un horizonte de imprecisión, un nuevo oscurantismo diría Habermas, donde las súbitas iluminaciones del relámpago de la razón no serán otra cosa que construcciones alucinatorias, únicas capaces de escapar al vértigo de la total servidumbre sin creerse del todo el “nuevo” relato de la total libertad.

La modernidad se legitimó construyéndose como oposición de la servidumbre, transhistórica y finalmente forma una estructura mental, no es otra cosa que una manera de ser de la libertad moderna. Al menos libertad y servidumbre son una tensión coexistente.

Podemos tratar de darnos el lujo de ser serviciales libertarios sin ser serviles de nuestra servidumbre. Este sería el último resquicio de una emancipación libertaria que no se pretenda nueva forma de servidumbre, así sea postmoderna y por lo mismo ANACRONICA.

luis e gomez sociologo mexico unam

Dr. Luis E. Gómez
Sociólogo mexicano especialista en temas de teoría social contemporánea.

Twitter/ X / LinkedIn

Publicaciones