sartre88La historia intelectual de Sartre comenzó con La náusea llamada originalmente Melancholia, novela de carácter metafísico y fenomenológico, verdadero homeneaje a Kierkergaard. Mostraba, ante todo, un estado de ánimo. En la primera entrevista que se le hizo a Sartre aún siendo estudiante, al preguntársele cuál consideraba era la principal diferencia de su generación con la anterior, Sartre dijo: “Somos más infelices pero somos más simpáticos”. Empero si esta generación no perdió la simpatía sí debió perder el buen humor.

Vivieron una época de definiciones; “jamás hemos sido más libres que bajo la ocupación alemana” dijo Sartre en una de sus afirmaciones más controvertidas, que ya sintetizaban sus más caros principios filosóficos acerca de la capital de elección, de la libertad y de la responsabilidad: un ética y una moral bautizada por Gabriel Marcel en 1943 bajo el nombre genérico “existencialismo”. Una nueva etiqueta que no calificaban ni una corriente pictórica, ni una tendencia o escuela literaria, como lo fueron el expresionismo, el surrealismo, etc., sino precisamente un estado de ánimo, un cierto malestar de la cultura y de la sociedad, expresado intelectual y filosóficamente.

Más tarde el propio Sartre abandonaría es etiqueta pensándola como vacía de contenido.

Sartre no pudo presentar de manera integral y coherente esa moral filosófica, ella se encuentra dispersa en el conjunto de su obra y particularmente en las novelas de su tetralogía, en Los caminos de la libertad, El ser y la nada, y en su Crítica de la razón dialéctica. Simone de Beauvoir intentó sin éxito formular esta teoría moral en sus trabajos Para qué la acción, y Para una moral de la ambigüedad. Su valor más profundo, como lo veremos más abajo, consiste en haberse adelantado a su época en por lo menos veinte años con sus trabajos de El segundo sexo y Los mandarines.

A la generación de Sartre le tocó vivir la preguerra, con sus jornadas antifascistas, la guerra con la ocupación y la resistencia, la postguerra y sus diferentes formas de mirar y participar en la reconstrucción. Hebert R. Lottman hace un homenaje a toda esta generación diciendo: “Durante mucho tiempo una buena veintena de calles sobre la Rive Gauche, la orilla izquierda del Sena, en Paría, se convirtieron en el centro del mundo; una media docena de cafés, dos, tres lugares de reunión, algunas salas de redacción de algunos periódicos y revistas, así como algunas casas de edición. Desde el principio de los treinta y hasta los cincuenta su influencia política, artística y filosófica fue considerable desbordando las fronteras de Francia e impactando a los públicos de Londres, Nueva York, Moscú o Barcelona”. En México, su influencia entre algunos de nuestros intelectuales, si bien parece diluirse, aún persiste.

Durante aquel tiempo, aquello que decían Aragón, Sartre, Malraux, Camus, Gide, Hemingway, Koestler o Picasso, fue registrado minuciosamente. Los debates y las jornadas antifascistas, la guerra de España, las críticas a la neutralidad del gobierno de León Blum, su participación en la resistencia armada o cultural, las encendidas discusiones sobre el estalinismo, y más tarde la toma de posición frente a la guerra fría y el movimiento de paz. Así, la Rive Gauche fue testigos de los acuerdos y los desacuerdos de sus intelectuales. El acercamiento original de Gide y Malraux con los comunistas, y después de la guerra, los tormentosos alejamientos: la amistad de Malraux y Camus, más tarde sus desencuentros. La amistad de Simone de Beauvior y de Merlau – Ponty, después de sus desacuerdos por los términos del debate entre éste y Sartre.

Los acercamientos tempranos de Breton y del surrealismo de la Unión Soviética y, más tarde, su sonado distanciamiento a causa de la intolerancia del realismo socialista.

Empero, antes de la guerra, la lucha por la paz y las jornadas antifascistas hicieron de París el centro más grande de protesta contra la creciente potencia alemana y sus huestes hitlerianos. De ese entonces a acá sucedieron muchos acontecimientos: la resistencia, la liberación, la entronación de Charles de Gaulle, la guerra de Argelia, la descolonización, el llamado “golpe de Estado constitucional” particularmente el movimiento de mayo del 68.

Económicamente Francia se abocó a un periodo de reconstrucción que pasó esencialmente por la creación de un nuevo pacto social que significó el fortalecimiento más grande de la CGT y el Partido Comunista Francés. Se constituyó, por así decirlo, la Francia del Estado Providencia. Se dividió la sociedad francesa en dos, casi como hasta el presente. Malraux apoyó a Charles de Gaulle, Camus y Combat se enemistaron con casi toda la izquierda sin que esto significara reconciliarse con la derecha. Sartre se alejó de los comunistas con su obra de teatro Las manos sucias y se reencontró con ellos en su trabajo Los comunistas y la paz, para volverse a distanciar de manera definitiva después del movimiento del 68.

Simone de Beauvoir hace aparecer en 1949 El segundo sexo, y en 1954 publica Los mandarines, dos libros que revolucionarían, como nunca se había hecho antes, las concepciones sobre la mujer y sus alternativas en la sociedad patriarcal dominante.

En su vida política Sartre y De Bauvoir tomarían partido por una innumerable cantidad de causas: la defensa de Paul Nizan frente a las acusaciones del Partido Comunistas; la creación del estado Israel y el mismo tiempo el ineludible reconocimiento a la causa palestina, la defensa de la homosexualidad y la obra de Jean Gente.

Sartre encabezó la protesta por el proceso de Burgos a los miembros de la ETA proscrita. La defensa de Andreas Baader y de los prisioneros de la Fracción Armada Roja, de quienes desaprueba los métodos, pero denuncia las condiciones de su detención y el empleo de la tortura de la que son víctimas. Apoya la revolución cubana con la presencia de su persona en la Cuba de los días de la explosión del barco “La Coubre” _ apenas un mes antes de la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos_, donde se presenta La puta respetuosa. Otras actividades les harán tomar posición frente a Charles de Gaulle, de quien Sartre afirmará C’est un con! El propio De Gaulle diría cuando Sartre había sido amenazado de detención por el asunto de los 121 de Argelia: “No se detiene a Voltaire”, sin embargo, la opinión de Sartre jamás cambió. En otra ocasión cuando De Gaulle se dirigió a él llamándolo “querido maestro”, Sartre respondió: “Yo no soy maestro ni de los muchachos que vienen a enseñarme sus trabajos en el café”. En 1968, funda un comité de boicot a los Juegos Olímpicos de México en respuesta a la represión a los estudiantes y a la masacre del 2 de octubre. De la misma forma llama al boicot de los Juegos de Moscú, ante la detención arbitraria de Sajarov.

Sartre-y-Simone-de-Beauvoir

A pesar de sus acuerdos no siempre fueron coincidentes Sartre y Simone de Beauvoir. Sus desacuerdos han transcendido hasta nosotros: Simone de Beauvoir consideraba a Sartre demasiado conciliador con Merlau – Ponty, igualmente apreciaban de manera distinta la posición frente al Partido Socialista y concretamente frente a la primera candidatura a la presidencia de Miterrand. En la toma de posición de la revista Les Temps Modernes Simone se pronuncia en favor del apoyo a Miterrand, Sartre en contra. Mientras que Simone de Beauvoir pensaba que su acercamiento a Pierre Victor solamente serviría para que éste lo explotara publicitariamente, Sartre pensaba que podría desarrollar con él una relación distinta de la de un padre intelectual.

Igualmente Simone creía que los maoístas se aprovecharon de Sartre cuando éste decidió acercarse a “La causa del pueblo” Sartre lo explicará: “No soy, nunca he sido maoísta”, y más adelante sostendría: “… al principio cuando ellos me pidieron que tomara la dirección de La Cause du People, pensaban simplemente servirse de mí, pero me dijeron, lo cual no tenía nada de maquiavélico, y yo acepté con todo conocimiento de causa”.

Pero, pasemos a los acuerdos: en Simone de Beauvoir interroga a Jean – Paul Sartre, Simone dice: “Retomando lo del machismo, es necesario matizar. Después de todo usted me animó vivamente a escribir El segundo sexo; y en el momento que el libro estuvo escrito usted aceptó todas las tesis, mientras que gente como Camus, por ejemplo, casi me aventaron el libro en la cara.

Es en ese momento que, por otra parte, ha descubierto el machismo de un cierto número de hombres que creía verdaderamente democráticos, tanto en relación al sexo, como en relación al conjunto de la sociedad”. A lo se Sartre responde: “Sí, pero en principio haría falta decir que, en nuestra relación siempre la he considerado como una igual”. Simone continúa: “Debo decir que usted jamás trató de marcar ninguna superioridad sobre mí. Para matizar su machismo, es importante ver que nosotros jamás hemos tenido relaciones de inferioridad – superioridad, como las hay frecuentemente entre una mujer y un hombre”. Sartre le responde: “En la relación misma, aprendí, comprendí que había relaciones entre hombre y mujer que indicaban la igualdad profunda de los dos sexos. No me consideré superior a usted, o más inteligente, o más activo, luego entonces yo me consideraba en el mismo plano. Éramos iguales. Curiosamente, pienso que eso fortaleció mi machismo, en cierta forma, porque me ha permitido reencontrarme machista con otras mujeres. Mientras tanto, la igualdad que tuvimos no me parecía una igualdad de hecho entre dos individuos, pero parecía revelarme la igualdad profunda de dos sujetos”.

Simone continúa preguntando: “…entre nosotros, admite la idea de la existencia de una naturaleza femenina; pero, culturalmente, el estatus de opresión de la mujer ¿no ha desarrollado en ellas ciertas fallas, al mismo tiempo que ciertas cualidades que difieren de las de los hombres?”. Sartre responde lo siguiente: “Ciertamente, pero no implica que en un futuro más o menos lejano, si el feminismo triunfa, esos principios y esa sensibilidad deban permanecer”. Simone de Beauvoir afirma; “Si nos consideramos como poseedores de ciertas cualidades positivas, ¿acaso no será mejor comunicarlas a los hombres, que suprimirlas?”. A lo que Sartre responde: “Es posible, en efecto, que un mejor conocimiento de sí mismo, más interior, más preciso, pertenezca sobre todo a la mujer y menos al hombre”. Simone pregunta:” Por lo que usted decía al principio, que prefiere frecuentar a las mujeres que a los hombres, es porque a partir de su opresión ¿escapan a ciertas fallas masculinas? Usted ha dicho frecuentemente que ellas eran menos “cómicas” que los hombres”. A lo que Sartre agrega: “Es exacto. La opresión cuenta en ello. Yo quiero decir por “menos cómicas” que, el hombre en la medida que se constituye como hombre mediano, se encuentra con condiciones exteriores que lo hacen propiamente cómico. Por ejemplo, a la hora que yo atribuía mi machismo a una cualidad personal, y no a una acción del mundo social sobre mí, parecía y fui cómico”.

Estas afirmaciones constituyen sin duda un reconocimiento de Sartre a Simone de Beauvoir, particularmente en estos momentos hoy parecen exentos de todo romanticismo, en estos momentos en los que las posiciones conservadoras avanzan en el mundo y hacen retroceder no solamente a los movimientos feministas, sino a prácticamente todas las expresiones progresistas en los movimientos sociales.

Con la muerte de Sartre, con la desaparición de Simone de Beauvoir, pero no solamente, también con la pérdida de Genet, de Foucault, de Barthes, parecería que estamos llegando al final de un tipo de intelectuales. Decir que nos hacen falta Sartre y De Beauvoir, Foucault y Barthes, para mantener una cierta lucidez, necesaria para comprender la etapa que ambiguamente se abre frente a nuestros ejos es, quizá la mejor manera de hacerles un homenaje.

luis e gomez sociologo mexico unam

Dr. Luis E. Gómez
Sociólogo mexicano especialista en temas de teoría social contemporánea.

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