Voy a retomar, tal y como lo habíamos previsto, algunos de los elementos del análisis que se ha venido produciendo en este Congreso “Los rostros del conservadurismo mexicano” que tiene lugar aquí en la Ciudad de Guadalajara. Puedo decir que con los desarrollos hasta ahora presentados, todos algo hemos aprendido.

I. Definiciones.

Es a finales del siglo XVIII que como una voz de origen británico se comienza a utilizar el concepto de conservador políticamente entendido, como aquel individuo partidario del orden social, de las ideas y las instituciones que son propias del pasado, aún cuando correspondan al régimen vigente.

Una definición que me parece pertinente es aquella que señala que se trata de un comportamiento de tipo social auto referente: el conservadurismo postula el mantenimiento de un status quo desde la lógica propia de ese status, o igual postula la vuelta a uno anterior. Esta definición tiene el problema de que dicho status tiene que ser especificado. (Por cierto, decía Marx que la historia nunca se repite, pero que si se llega a repetir, lo hará o bien como comedia o bien como tragedia)

Identificado tradicionalmente con la derecha, la noción parece haberse desplazado, particularmente en los países latinos, aunque no solamente (hay que ver su expresión extrema en la vida social victoriana) hacia la moral, donde sus valores rechazan la discusión abierta de la sexualidad, la existencia legal del aborto, las políticas de salud pública centradas en la regulación de la reproducción o el combate al sida, e inclusive siguen postulando la defensa de la virginidad. Por el contrario, no es difícil constatar que es partidaria de la pena de muerte.

En nuestro caso, la peculiar situación mexicana, se puede referir a un status social o cultural, puesto que el status político ha podido más bien adoptar en general una forma liberal o progresista: los conservadores, auto asumidos como tales, nunca se han podido sostener mucho tiempo en el poder. Es por ello que podemos decir que no se trata de un comportamiento en bloque, ni siquiera se puede decir que pueda ser homogéneo.

En nuestra sociedad hay quienes, en diversos ámbitos y en diversos momentos, han adoptan posiciones bien de corte liberal o progresista, bien de tipo conservador o incluso de carácter reaccionario. Véanse si no a los presidentes Porfirio Díaz, héroe de la guerra contra Francia, liberal y finalmente general dictador conservador por un lado y Gustavo Díaz Ordaz, por otro.

Me parece también que el conservadurismo puede ser definido por sus valores – a la manera de Weber – y muy especialmente por cómo operan estos valores en el ámbito de lo moral. Esto es, en el ámbito de las conciencias y en el campo de las conductas. Es en la exteriorización de las conciencias donde se objetivan dichos comportamientos. Se trata entonces para el conservador de intervenir, interferir o juzgar, de tratar de normar a los demás desde sus propias valoraciones.

El conservadurismo puede ser visto también como el fuerte sentimiento de agentes políticos o sociales en contra el cambio y contra de las propuestas que puedan ser entendidas como evolutivas o progresistas, en su propio lenguaje como caracterizadas como permisivas. Temen la disolución social, la anomia, y valorizan como célula fundamental de la sociedad a la familia.

Si recurrimos a Kant diríamos que su máxima del imperativo categórico,”Obra de tal forma…” ligada a una noción de responsabilidad liberal, se transforma conservadoramente en “Haz aquello que se considera válido que debas hacer”. De esta manera se oponen libertad y constricción. Libertad como acción y libertad de conciencia, mayoridad, versus norma y juicio. Obviamente norma moral y juicio moral.

A pesar de que retóricamente los conservadores ensalzan al individualismo, también adhieren en situaciones críticas a formas comunitarias e incluso colectivistas como lo fueron en su momento el falangismo español, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Está entre sus valores más sentidos el sentimiento del “honor”, de la “gracia”, de la “vida” y sus expresiones religiosas pueden llegar a ser fanáticas, como lo prueban en nuestra historia, la guerra de los cristeros y el asesinato de Álvaro Obregón.

II. Conservadurismo del régimen priísta

Evidentemente esta conceptualización da cuenta del conservadurismo de derecha, pero ¿No hay un conservadurismo del régimen priísta? ¿No hay también, un conservadurismo de izquierda?

Afirmo que sí, pero me parece que es de otro orden. Veamos…

Quiero afirmar aquí que el conservadurismo, como sistema de valores asociado a cierto status, no es privativo sólo de la derecha o del catolicismo como somos dados a creer. Hay un conservadurismo que se manifestó claramente en el régimen post revolucionario mexicano. Si bien es cierto que bajo otras coordenadas y bajo otras pretensiones.

Podríamos enunciar algunos de sus rasgos dominantes: si bien el régimen emanado del movimiento de la revolución mexicana se asumió como progresista y en cierto sentido lo fue, adoptando el papel de educador, también es cierto que no tuvo como prioridad la creación de ciudadanía e impulsó un proyecto tutelar de la nueva sociedad mexicana, con una sola versión de la historia, con sus íconos y sus ritualizaciones, de donde salió también la idea de un mexicano oficialmente “mestizo”. Octavio Paz llamó a este régimen particular el ogro filantrópico. El muralismo, por muy revolucionario que fuera, terminó ornando los templos del Estado.

El régimen post revolucionario también tuvo como tarea fundamental conservar el poder mediante un arreglo extra constitucional finalmente nada democrático: presidencialismo soberanista con la sucesión sexenal arreglada, partido único del Estado, corporativismo obrero, campesino, popular, incluso militar en sus primeras versiones y, un acuerdo de caudillos regionales para lograr la pacificación de los territorios.

Daniel Cossio Villegas dijo dos cosas que me parecen extremadamente relevantes: una, salidos del régimen revolucionario como liberales, terminarán al final como conservadores, y dos, la única manera de terminar con el sistema político mexicano post revolucionario será mediante una fractura interna.

No era adivino pero como anticipó los acontecimientos.

III. ¿Conservadurismo de izquierda?

Para algunos de nosotros es posible considerar que el siglo veinte terminó en 1989 con un derrumbe: la caída del muro de Berlín. (doscientos años después del inicio de la Revolución Francesa). También es posible decir que el nuevo siglo comienza con otro derrumbe, la caída de las torres gemelas del World Trade Center (Aunque esa es otra historia, es posible afirmar que también ha tenido sus consecuencias en el ámbito de la restricción a las libertades civiles, con un enorme retroceso, hacia un más fuerte conservadurismo de los propios estadounidenses, en todos los órdenes, a nombre de una mayor “seguridad” para su modo de vida).

En el primer caso, el rompimiento de la lógica bipolar, el resurgimiento no ya del imperialismo, sino del imperio norteamericano “total”. Habermas lo tradujo esta nueva situación en términos de que, al fin del milenio, el final de la experiencia estatal soviética significó para Occidente una forma de agotamiento de sus energías utópicas.

Algunos otros pensamos más bien que hubo un desplazamiento de dichas energías hacia utopías no estatistas, dirigidas hacia la elaboración y/o realización de utopías particularistas, asociadas a la búsqueda o afirmación de identidades restringidas. La fórmula sería entonces, no es posible transformar todo, pero es posible producir transformaciones moleculares, profundas y significativas en ciertos espacios de los haceres sociales. Esta reconceptualización explica en parte la pluralización reconocida de la sociedad y la emergencia de lo que se ha dado en denominar la sociedad civil.

Aunada a esta afectación al mundo de la política y del quehacer social – ámbito natural de la izquierda – debemos considerar también la profundidad de las transformaciones culturales y societales contemporáneas: la emergencia de los estados post nacionales, la decadencia de las soberanías nacionales, la revolución informática y de las llamadas nuevas superautopistas de la comunicación, pero también el estallamiento de las fronteras internas con un auge inédito de lo local y de lo regional como no se había visto anteriormente. Nos encontramos con sinergias que se combinan entre lo local y lo global anteriormente inexistentes.

A mi parecer estas transformaciones epocales que no se pueden reducir a sus aspectos meramente tecnológicos – indispensables de todas formas – no han podido ser aprehendidas por las izquierdas, que salvo excepciones lúcidas como la de Marcos, sólo aciertan a considerarlas de manera condenatoria. No saben muy bien como ordenarlas ni que hacer con ellas. Digamos que sus respuestas han sido tradicionales, pensadas con un viejo aparto conceptual y cuyos resultados han sido finalmente conservadores…

En el desarrollo de este Congreso hemos visto como, tanto la derecha como el régimen post revolucionario se disputaron el control corporativo de la sociedad, de la clase obrera como del campesinado.

Así vimos también como el conservadurismo no es exclusivo de la derecha y como adoptó formas específicas. Cuando un régimen, por necesidad, se vuelve conservador tiende a crear sus mitos, a ritualizarse y buscar sus propios íconos y con el tiempo termina por esclerotizarse, huele a viejo. Recordemos como, para Maurice Thorez, aquel legendario líder del comunismo francés stalinista, había un valor supremo, la familia, la familia proletaria comunista, como base de la futura sociedad. Recordemos como al final del régimen soviético apareció también la caracterización de la gerontocrática nomenclatura como el núcleo duro de los soviéticos conservadores.

En la actual izquierda mexicana, por lo menos en la electoral, se dieron procesos de cambio que abrieron el espacio político democrático y que permitieron vislumbrar la posibilidad de la alternancia política como oposición y crítica del conservadurismo del régimen político priísta. Sin embargo. su propia herencia priísta, por el desprendimiento de reconocidos miembros de ese partido hacia ella y la fusión forzada de grupos de muy diferente signo, también arrastró, en su conjunto, formas conservadoras de hacer política de las cuales no termina por deshacerse y quien sabe si en algún momento las podrá trascender.

Al interior de esta izquierda ha habido enormes discusiones sobre el uso del corporativismo que, finalmente, se desvanecieron alrededor de si construir un partido de sectores, o un partido de ciudadanos, felizmente ganó esta última posición, pero el corporativismo bajo otras formas no se desterró.

Si bien las relaciones con el sindicalismo no son claramente corporativas, en la política campesina si existen intentos de creación de una o varias centrales cardenistas, que por cierto han estado más bien ligadas al movimiento de legalización de los llamados vehículos chocolates, y aún con mayor fuerza el corporativismo clientelista emanado de los grupos del movimiento urbano popular (MUP), demandantes de vivienda después del sismo del 85, alentados en ciertos momentos por los gobiernos priístas de la regencia de la Ciudad de México, especialmente por Ramón Aguirre, Manuel Camacho y también por Manuel Aguilera.

Hay todavía muchas reformas que hacer en la izquierda electoral mexicana, una de ellas (recordemos que le es absolutamente necesaria la transformación de un partido de corrientes tribales y sectas en un partido de corrientes temáticas. Ahí está el ejemplo del Partido Socialista Francés que dirigido por Lionel Jospín logró dicha transformación).

IV. A guisa de conclusión… (provisional…).

Para concluir, tengo la certeza de que en México, hacen falta llenar dos espacios políticos que a mi juicio me parecen hoy vacíos. No hay un partido de derecha liberal, que postule un proyecto moderno de desarrollo sin conservadurismos en su relación con la iglesia, con la ciencia, con la educación laica y con la inversión globalizada y productiva. De todos modos esta no es una preocupación que me ocupe o me preocupe, no es una tarea que me interese.

Sin embargo en el campo de la izquierda, donde me ubico personalmente, me parece que hace falta una expresión socialdemócrata de izquierda, progresista, que rompa con las prácticas corporativas y clientelares conservadoras, que entienda y se pueda mover no contra sino con las actuales condiciones, aprovechando la experiencia internacional y los apoyos necesarios para enfrentar, desde posiciones internas fortalecidas, la globalización.

Requiere igualmente un compromiso de fondo con la educación, la ciencia, la tecnología, la inversión productiva y la búsqueda de una relación moderna que integre libertades individuales y mercado, con programas sociales compensatorios que tengan como propósito la equidad y la habilitación, que maneje correctamente las relaciones con las iglesias y con un Estado laico no jacobino y respetuoso de la pluralidad y de la nueva diversidad social.

Ahí está el reto. Por lo pronto es necesario fortalecer la estructura del sistema de partidos. Apenas entramos a éste y ya algunos analistas piensan o que ya está en crisis o que ya fracasó.

Por el contrario, con las cámaras plurales los equilibrios y las negociaciones necesarias son contrapeso de un presidencialismo carismático pero débil, que también requiere ser re-conceptuado. La correcta separación de poderes fortalece la democracia, la justicia y el legítimo ejercicio de gobierno.

Tenemos, es verdad una caída de régimen, donde paradójicamente aun no es posible decir que ya tengamos plenamente constituido uno nuevo, ni siquiera hay un cambio claro de elites.

Para comprender la nueva situación, tenemos mucho trabajo por delante, el Congreso ha sido un paso importante y el próximo tendría que empeñarse en encontrar y formular las relaciones problemáticas entre lo que es el conservadurismo y lo que significa hoy ser progresista.

Esperamos con gusto la nueva convocatoria. Muchas gracias.

luis e gomez sociologo mexico unam

Dr. Luis E. Gómez
Sociólogo mexicano especialista en temas de teoría social contemporánea.

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