I. Motivos.
Celebro con gusto la realización en México de las Segundas Jornadas Internacionales sobre la persona y la obra de Georg Simmel*, las primeras fueron realizadas en Buenos Aires y, en particular celebro, el que los organizadores hayan determinado nombrar, como una de sus sedes, a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, para esta parte del encuentro internacional “Georg Simmel”.
La figura de Georg Simmel ha venido in crescendo en la sociología y también en la filosofía, como algunos ponentes lo han dicho Simmel parece más un sociólogo del siglo XXI que del siglo XX.
Ya aquí hemos escuchado la importancia de sus trabajos sobre la filosofía del dinero o sobre las sociedades secretas, no menos que sobre la cuestión de las mujeres y sobre su caracteriología de la condición femenina. En esta ponencia expondremos algunos elementos sobre la obra de Simmel, y también algunas de las líneas de debate entre éste y Marianne Weber.
Esta ponencia, que originalmente había titulado “Weber y Simmel”, pero a diferencia de la de mi querida colega Gina Zabludovsky, yo voy a centrarme y dedicarla a la figura de la Señora Marianne Schnitger Weber y en cierta forma también a Gertrude Simmel, la esposa de Simmel.
II. Frau Weber, esa ilustre desconocida.
Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer; en el caso de Max Weber, “un coloso”, como lo califica en su biografía Frau Marianne Weber, sin embargo, éste fue un hombre brillante pero constantemente enfermo, a partir de su depresión nerviosa, causada culposamente por la muerte de su padre, después de una agria discusión entre los dos Max Weber, senior y junior, a propósito del algún hecho de maltrato del padre a la devota madre del último.
En realidad, Marianne Weber siempre estuvo al frente y no detrás, cuidó al enfermo, organizó sus trámites burocráticos académicos, sus finanzas y sus estadías en climas, países y ciudades más favorables, mantuvo contra viento y marea, el salón político-sociológico y cultural, al que cada semana concurrían un gran número de connotadas figuras académicas y políticas, además de algunos artistas de la época, entre los que se encontraron, con frecuencia, la propia pareja Simmel, Georg y Gertrude.
Hay testimonios de la presencia de Brentano, de Alfred el hermano de Max, de Troelsch, de Jaffé y de su esposa Else, de Jellinek, George, el poeta, Naumann, Lask, Löwenstein, Mommsen, Jaspers e incluso de Georges Luckacs, su discípulo más brillante; existen testimonios de un curioso encuentro que se produce en el salón de Marianne Weber, entre Kafka y Einstein, ya Max desaparecido.
Pero Marianne Weber no solamente fue la biógrafa y la organizadora de sus papeles una vez Weber fallecido (incluso se creé que ella reescribió pasajes importantes de “Economía y Sociedad”), siendo una profunda conocedora de la obra de su marido. No hay duda que Marianne causó un mayor desorden en la prelación del capitulado de papeles de los borradores y los manuscritos.
No obstante, la acusación es injusta, vista la posibilidad objetiva de que esta enorme contribución a la ciencia política se hubiera perdido, entre los dientes de los roedores, aunque haya prevalecido cierta confusión y desorden, en el producto final.
Los ensayos “teórico-metodológicos” también son una reordenación de artículos de Max Weber publicados originalmente en los Archiv y otras revistas, realizada por Marianne, sólo que originalmente se publicaron bajo un titulo que llevaba por nombre “elementos de doctrina sociológica”.
Pero estas intervenciones de Marianne no fueron arbitrarias, ya que no sólo influyó en ella el carácter de “borradores” de los cuadernos y papeles de Max Weber, sino el conocimiento en profundidad, sobre la obra de su esposo y la extensión de ciertos de sus conceptos al tratamiento de la situación de la mujer, en la sociedad de su tiempo.
III. Una obra propia.
Marianne publicó su primer libro a principios del siglo XX, un estudio comparativo entre Fichte y Marx. Luego vino Autoridad y autonomía en el matrimonio, más tarde otro de sus libros publicados fue Maternidad y matrimonio en la evolución del derecho. En total suman ocho, de los cuales, también por cierto, hasta donde sabemos, ninguno ha sido traducido al español
Su trabajo El empleo y las mujeres es, nos dicen, la primera obra en manejar el concepto de la doble jornada; su último libro se titula El amor y las mujeres. Quizá la más conservadora de todas.
IV. Entre la política y la organización de mujeres.
Marianne Weber logró incluso lo que Max no pudo, incursionó exitosamente en la política, por un lado, fue diputada del Partido Demócrata Alemán por la región de Baden y se transformó, más tarde, en figura emblemática del movimiento feminista burgués (término por cierto dudoso) alemán, al convertirse en Presidenta de la Federación de Organizaciones de Mujeres Alemanas, la más importante y poderosa asociación de promoción de los derechos femeninos, entre las guerras mundiales, cargo que mantuvo, justo hasta el principio del ascenso del nazismo.
Cuatro años después de la muerte de Max Weber, Frau Marianne Weber recibió un doctorado Honoris Causa por la Universidad de Heidelberg en 1924, en el área de derecho, por sus contribuciones a rehacer la historia de los derechos femeninos y sus luchas por obtenerlos.
Marianne, vista a lo largo del siglo, abordó la problemática de las mujeres desde una perspectiva paradójica, progresista desde la posición del derecho y del trabajo, conservadora desde perspectiva de una defensa de las relaciones tradicionales monogámicas, en medio de un ambiente social y de una bohemia artística e intelectual proclive a la trasgresión y a la experimentación.
V. Una relación “sui generis”.
Su propio matrimonio sufrió de los tiempos: no es ya un escándalo saber de la tardía consumación de sus nupcias con Max Weber, donde existían problemas derivados de la sencilla razón que ella y Max eran primos; el abuelo paterno de Max y la abuela materna de Marianne eran hermanos. Max y Marianne no tuvieron hijos, pero ella adoptó como propios a sus cuatro sobrinos políticos, los hijos que dejó Lily Weber (hermana de Max), luego de un accidente o de su suicidio, según diferentes versiones.
Después de una estancia de cura en Suiza, donde Max conoció en profundidad la obra de Nietzsche, se enamora de Else Jaffé, su primera alumna doctorada en 1900.
Si bien Marianne reprobaba los comportamientos permisivos, encontró razones para tolerar la infidelidad de su marido y curiosamente nunca perdió la estimación por Else.
VI. El debate con Georg Simmel.
Marianne Weber tuvo una gran disputa teórica con Simmel, en la cual su propia mujer, Gertrude estuvo de acuerdo con Marianne. Simmel escribió acerca de una teórica superioridad de la cultura femenina, tocando temas que van desde el flirteo y la coquetería, el ornato y el maquillaje, el apego a las modas y hasta su supuesto pacifismo antimilitarista, así como los tópicos relativos a la tolerancia del ejercicio de la prostitución y sobre los elementos iniciales del feminismo de su época.
De acuerdo con Gümther Roth, Marianne Weber, dio una respuesta crítica al trabajo sobre la cultura de la mujer de Simmel en 1904 en su ensayo “La participación de la mujer en la ciencia”, destacando los puntos de vista femeninos como verdaderas aportaciones a la ciencia, mientras que Simmel parecía mas preocupado por subrayar las características que producían las mayores diferencias entre hombres y mujeres. (1)
Son conocidos los artículos de 1911 de Simmel escritos en el Archiv a la sazón dirigido por Max Weber, sobre la cultura femenina, así como en “Lo absoluto y lo relativo en la problemática sexual”. Madame Weber respondió dos años más tarde (1913) con “La mujer y la cultura objetiva” que publicó en la editorial Logos, (propiedad de Heinrich Rickert y de su marido Max Weber).
Simmel postulaba esa curiosa distinción entre cultura femenina de orden espiritual y subjetivo en contraposición a Marianne quien si bien le reconoció la creación de una ontología de género progresista para mejorar la condición de la mujer, le objetó su dimensión metafísica y subrayó la capacidad femenina de también desarrollar la llamada cultura objetiva, reservada en principio al mundo masculino.
De acuerdo con nuestra querida Vania Salles, recientemente desaparecida, a quien quiero rendir aquí homenaje, Simmel consideraba a la cultura como una síntesis singularísima del espíritu subjetivo con el espíritu objetivo.
El último sentido de esta síntesis reside, sin duda, en el perfeccionamiento individual… ( y ) …puede ocurrir que de una cultura objetiva muy elevada esté excluida la gran masa de individuos”, entre éstos la gran mayoría de las mujeres. Simmel afirma Vania diría “Nuestra cultura en realidad, es enteramente masculina, a la excepción de muy escasas áreas de influencia femenina” (2)
Para Simmel el escenario fundamental es la ciudad capitalista industrial en expansión que aparece como el espacio crucial de objetivación. Paradoja cruel para las trabajadoras que se ven expulsadas de su casa y también para las mujeres burguesas que se ven confinadas a los recintos íntimos.
Sólo unas cuantas mujeres, afirma Marianne, tienen la posibilidad de seguir su vocación y convertirse en mujeres profesionales activas en sus áreas de conocimiento. Se trata de un conflicto entre el proceso de la vida y las configuraciones en las que ésta se expresa. La tragedia de la cultura crea la imposibilidad de encontrar una relación equilibrada entre objetividad y subjetividad.
A pesar de constituir Simmel una verdadera vanguardia como hombre interesado en la problemática de la mujer en la sociedad capitalista, esgrime argumentos convencionales, según Vania, e incluso francamente conservadores según Marianne: la casa, el hogar y la influencia de las madres sobre los varones (que en nuestro país se entiende como la cuna materna del machismo) son ámbitos del influencia femenina. La casa es fragmento de vida para los varones y de vida completa para las mujeres. La mujer es una reclusa, mientras los hombres son a la vez libres y trasgresores.
Josetxo Beriain, afirma que este mundo bifásico de Simmel consta de tres modelos interpretativos de relación entre lo femenino y la cultura, entre lo masculino y lo objetivo:
a) Con las esferas diferenciadas la existencia separada de sexos, legitimada por el capitalismo liberal, es mutuamente excluyente y las posiciones no son intercambiables.
Hay cuatro elementos dicotómicos:
• “hogar/mercado”,
• “privado/público”
• “consumo/producción”.
• “ moral/ética”
b) Con el liberalismo representado por John Stuart Mill, se postula la libertad como capacidad electiva que debería de extenderse a las mujeres, pero que se reduce al consumo doméstico, mientras que lo varonil estaría centrado en la producción.
c) Con el socialismo, se postula igual acceso de las mujeres a la cultura, salvo lo concerniente a la propiedad privada, y sus derivaciones y consecuencias.
Nos encontramos entonces con la cualidad patriarcal del orden liberal combinada con la explotación capitalista.
Para Simmel son prototipos icónicos insuficientes: no reconocen la autonomía femenina como una forma de vida que estructure la experiencia humana:
• subordinan la feminidad a la maternidad y a la familia y,
• tanto el liberalismo como el socialismo reducen a los valores nacionales y socialistas los ideales y los valores feministas.
Ambos son inaceptables concluye (3).
Se trata para Simmel de una ontología de la experiencia humana comprometida con la visión de que la vida humana no es reductible a una forma única, como quiera que la entendamos, al dinero o a la mercancía.
Como alternativa a esta reducción hay dos netas cosmovisiones de género.
Se trata diría Simmel de relaciones de poder asimétricas. De condiciones desfavorables de sobre vivencia y de vínculo obligado para las mujeres con la casa, con la familia, con los hijos, cosmovisión legitimada por la ley y la sociedad en su conjunto.
Simmel al hablar de la construcción de dos tipos vitales, donde cada figura se corresponde con su fórmula autónoma, le interesa más subrayar las diferencias y no la necesaria lucha por la igualdad o, al menos, por la equidad.
Simmel piensa, de acuerdo con Marianne, en los atributos masculinos como inherentes y no como producto de la cultura. A pesar de sus nobles propósitos, hay en Simmel un cierto esencialismo, más metafísico que objetivo.
Las diferencias según Marianne no son ontológicas (¡gracias a Dios!) sino de carácter histórico-social y acaso de orden psicológico.
Marianne consideró una extravagancia de Simmel la idea de una última instancia del ser, que a pesar de sus actos externos y su capacidad de entrega a la vida, fuera la una especie de esencia del tipo femenino de su tiempo.
En su crítica a la caracteriología simmeliana de la mujer, Marianne Weber argumentó con astucia que hay tantas diferencias, entre un hombre y una mujer, como las puede haber entre dos mujeres o entre dos hombres, esto es, una construyó una poderosa respuesta proveniente del sentido común.
Apoyándose en los trabajos de Max, propuso distinguir entre vocación y profesión, dándole a la primera la calidad de un privilegio, donde igualmente las mujeres pueden encontrar total satisfacción en la objetivación, superando su condición subordinada, para también producir culturalmente.
Gertrude Simmel, quien escribió bajo el pseudónimo de Marie Louise Enckendorf, a diferencia de Marianne pudo disentir de su esposo y se pronunció claramente por la postura de Marianne, afirmando que sentía, incluido su marido, que tenía un profundo desacuerdo con lo que los hombres dicen sobre las mujeres.
Georg Simmel, a pesar de su solidaria simpatía por las mujeres, se opuso a que sus discípulas y admiradoras como lo fue Gertrude Kantorowicz, a la sazón su amante y madre de su hija secreta, (donde el secreto lo era a gritos) escribieran con su propio nombre, pidiéndoles firmar con pseudónimo masculino.
Marianne Weber se conservó como amiga de ambas Gertrudis (la esposa y la amante) como se conservó amiga de la amante de Weber, Else Jaffé.
Este Simmel, de carne y hueso, tenía también sus debilidades y su justificación expresa, somos diferentes e inintercambiables.
No quiero juzgar aquí a la vuelta de cien años ni a Simmel, ni a Marianne Schnigter Weber, creo sinceramente que los conceptos de ambos están rebasados, la historia ha ido por otro lado, por el lado del fracaso de la familia tradicional y por el lado del rompimiento de los tabúes de la sexualidad y la vida (genoma dixit) y claramente por el lado del necesario ascenso de la mujer, que ambos postularon, con sus bemoles.
VII. Marianne Schnitger Weber a la luz contemporánea.
Hoy, no cabe la menor duda, siguen habiendo impedimentos y obstáculos a la plena libertad y desarrollo de la mujer, sin embargo sus logros son innegables, por eso también hoy les digo a mis colegas, que el presente y el futuro de las mujeres contemporáneas es una victoria anunciada, como lo preveía Marianne Schnitger Weber, y también les digo que se vayan acostumbrando, mañana seremos nosotros quienes demanden equidad.
*Coloquio Segundas Jornadas Internacionales Georg Simmel, que tuvieron lugar en varias instituciones educativas de la Ciudad de México.
Notas:
1. La mayor parte de las fuentes provienen del ensayo de Gümther Roth, que sirve de introducción a la Biografía de Max Weber escrita por Marianne.
2. La referencia a Vania Salles corresponde a su artículo “El dilema cultural de las Mujeres y el diagnóstico de la modernidad” en la Revista Acta Sociológica N° 37, pp. 202-229, enero-abril del 2003
3. La referencia a Josetxo Beriain corresponde a su artículo “El ser oculto de la cultura femenina en la obra de Georg Simmel” en el mismo número de la Revista Acta Sociológica, pp. 231-285, arriba citada.