Publicado originalmente en Sociológica, núm 20, año 7, septiembre-diciembre de 1992.
Introducción
La figura de Niklas Luhmann en nuestros medios ha venido creciendo sin que al mismo tiempo crezca de manera significativa el conocimiento de sus propuestas para la teoría de sistemas. Fuera de Alemania a Luhmann se le conoce más por el debate que ha sostenido con Jürgen Habermas y en particular por la importancia que éste atribuye a sus resultados en los que, no sin criticarlos, reconoce una gran potencia cognoscitiva y una gran coherencia argumental, principalmente en las aportaciones que ha hecho a la teoría de sistemas y de los sistemas sociales. Se puede advertir en Habermas fascinación y rechazo por el trabajo de Luhmann.
Luhmann, teórico prolífico, crítico de la fenomenología y de las teorías que preconizan alguna sustancialidad subjetiva en la razón, propone la elaboración de una teoría sociológica unificada sobre la base de la teoría general de sistemas.
Dentro del marco de la teoría de los sistemas sociales, en esta presentación hemos procedido a una reconstrucción del sistema Luhmann en lo que consideramos sus rasgos más generales. Hemos partido de su cuestionamiento a la clásica relación entre individuo y sociedad que, como veremos más adelante, tiene como intención disolver ambos conceptos desplazando su centralidad hacia una peculiar comprensión de la comunicación como momento autónomo de la socialidad: comunicación sin sujetos, comunicación que se depura y se autoselecciona.
No obstante la potencia que muestra el método luhmanniano de la reducción sistemática de la complejidad sistémica, como forma y posibilidad de conocimiento de los sistemas sociales, y del hecho de que dichos sistemas operan sobre el mismo principio de reducción para posibilitar sus elecciones y, finalmente, evolucionar, hemos intentado descubrir en estos desplazamientos -que van de la razón crítica y analítica a la comunicación autocalificada- que algunas de las trayectorias mencionadas arriban, sin embargo, a situaciones paradójicas o aparentemente paradójicas, mismas que aquí presentamos más como objeciones internas que como críticas ya claramente establecidas.
Las dificultades que conlleva un autor de este calibre no permiten un manejo fácil y didáctico a nivel de difusión, dado que nos movemos en su propio terreno, harto escabroso, poco desbrozado.
No sin reconocer la dificultad, hemos tratado de desarrollar una propuesta de lectura que, guardando su nivel abstracto, nos permita, al menos, mostrar la lógica de su pensamiento, que desplegado como una trayectoria laberíntica permite, sin embargo, como toda sibilina esfinge después de las exploraciones y las excavaciones, revelar sus secretos, aunque algunos de ellos, al exhibirse, pierdan su sentido.
En el presente trabajo pretendemos mostrar cómo, en el interior de la conceptualización de Luhmann sobre la construcción de una Teoría General de la Sociedad desde la perspectiva de la Teoría de Sistemas, se producen algunas situaciones que podríamos calificar de paradójicas. Hemos decidido denominar nuestras observaciones con el término objeciones. No presentamos en extenso la conceptualización luhmanniana, más bien intentamos discutir sus rasgos más generales para fincar nuestras objeciones, en el entendido de que dicha argumentación puede abrir, al menos en parte, la comprensión de lo que llamaremos el sistema Luhmann.
Sociedad, individuo, sistema social, sistema psicofísico
La sociedad, en la concepción luhmanniana, es un sistema posible pero su existencia funcional sólo puede producirse como un momento abstracto en el que sus componentes, llamados por Luhmann sistemas sociales, entran en juego con la finalidad de reclamar y/o negociar su lugar en el conjunto del sistema de la sociedad, juego que se produce no mediante la acción sino mediante formas comunicativas.
Es este concepto de comunicación el que vendrá a ocupar el lugar de eje articulador de toda la teoría luhmanniana. Es el sistema social un concepto descentrante y descentrado, y además, carente de vértice, afirmante de la diferencia como única posibilidad de su unidad funcional. La diferenciación es fuente de asimetrías, pero una sociedad articulada en subsistemas no dispone de ningún órgano central, es una sociedad sin vértice y sin centro (Luhmann, 1983: cap. 3, 54).
Según Luhmann la sociedad no está compuesta por hombres, sino por comunicaciones. El hombre individual desaparece y se sustituye entonces por una especie de dispositivo cognitivo, un sistema psicofísico aislado y en perfecta clausura, cuya limitación de trascendencia se resuelve a través de su capacidad cognitiva/descifradora y comunicativa/replicante.
No hay por lo tanto en Luhmann un concepto de individuo, acaso de persona o de personalidad, en el mejor de los casos conciencia que se ilusiona con su individuación. El individuo no forma parte de la sociedad, ésta es sólo su entorno. Este dispositivo cognitivo replicante opera más sobre una lógica contrastiva y electiva que sobre una lógica perceptiva; opera más sobre una lógica de respuesta que sobre una lógica analítica. En lugar de actuar, según Luhmann un concepto de escasa complejidad comunica bajo la forma contingente de la selección y la conexión. La comunicación es la forma de su pervivencia en el mundo.
Para Luhmann la sociedad, como ese sistema cerrado sólo posible como agregación abstracta y funcional de subsistemas sociales, opera de manera electiva y selectiva. Esta manera de operar sólo puede hacerse a través de mecanismos que permitan la reducción de su complejidad, es decir, mecanismos que permitan operar mediante la simplificación de la complejidad.
La sociedad como sistema posible no es otra cosa que una construcción abstracta de alta complejidad. Esta complejidad se puede reducir o descomponer de dos formas, la primera de manera funcional a través de la especificidad operativa de los subsistemas, que a su vez funcionan reduciendo su propia complejidad, y la segunda, como una operación que busca siempre distinguir para poder elegir, seleccionar o conectar, es decir, tomar decisiones. La primera se dirige a la diferenciación, la segunda a la complejidad propiamente dicha (Kostede, 1983: 99).
La relación sociológica fundamental, obsesión de la sociología clásica, que se establece entre la sociedad y el individuo queda prácticamente nulificada: la sociedad es un sistema posible en tanto unidad de la diferencia; el individuo es inexistente. Hay sólo un tipo de relacionalidad posible entre los sistemas autorreferentes psicofísicos cerrados y los (sub)sistemas sociales, que puede ser identificada como la comunicación (Luhmann, 1986: 107-108).
Si no hay un sistema social unificado y si no hay individuos antropológicamente reconocidos, lo realmente existente son la comunicaciones. Este sentido de comunicación no puede ser identificado tampoco con el concepto de discurso que puede ser visto, a su vez, desde una perspectiva subjetiva, portador de una cierta racionalidad o de una cierta intencionalidad. En las comunicaciones no hay sujeto (Luhmann, 1983: cap.3,53).
Cuando la teoría de la sociedad luhmanniana se aboca a la descripción del sistema posible lo hace tomando el modelo de operación de la sociedad misma. Para poder describir es necesario reducir la complejidad; esta es la regla de oro de la forma analítica luhmanniana: una teoría sistémica de la sociedad que describe, no prescribe; un sistema que se describe es, según Luhmann, lo que es y no lo que debe ser.
A través de la reducción analítica se encuentran los mecanismos propios de la reducción que se produce en la realidad social, y que no serán otra cosa que las mismas formas que la sociedad utiliza para reducir su complejidad. La teoría de la sociedad no puede prescribir pero podría, bajo ciertas condiciones, mostrar entre qué y qué es posible optar, seleccionar o decidir. En apariencia habría una lógica binaria de decisiones. Una especie de opción por una trayectoria que, a su vez, muestra otras trayectorias posibles.
La posibilidad de elucidación continua de las trayectorias estaría dada por la construcción del sentido. La noción de sentido en Luhmann no tiene la connotación de sentido de la historia a la manera hegeliana o marxista ni parentesco o cercanía con el sentido weberiano. El sentido en Luhmann está asociado a la capacidad de elección, de selección vía la reducción de la complejidad (Luhmann,1991: cap. 1,49).
Para Luhmann sólo la complejidad puede reducir la complejidad. La reducción de la complejidad no puede partir de sujetos donde la conciencia opera desagregándose especulativamente en las unidades operatorias de un pensamiento que estructura discursos, ni puede partir de un supuesto ser ontológico imposible de desagregar si no es de manera fenomenológica, lo cual significa que sólo puede partir de la unidad última que ya no es más reductible del sistema, y que son cada uno de sus elementos.
Sistemas sociales, entorno y sentido
Todos los sistemas sociales tienen una definición afirmativa, buscan una diferenciación interactiva con el entorno y con los sistemas que se encuentran en el entorno. Los límites de los sistemas sociales pueden verse como mecanismos de interacción sistema/entorno o sistema/sistema.
Si partimos de la idea de que los sistemas sociales no son sistemas completamente cerrados a su entorno podemos ver que estos límites se presentan más bien como cerraduras que tienen una contrallave de acceso y de comunicación. El grado de complejidad en el entorno tiene consecuencias en el sistema que requiere de ciertas capacidades que le permiten manejarse en lo interno (Luhmann, 1991: cap. 4, 199).
La complejidad se incrementa con la diferenciación, que es la forma propia de operar de los sistemas. La explosión diferencial en el interior del sistema puede conducir a la creación de sistemas dentro del sistema. Por ello los sistemas crean y utilizan la descripción de si mismos, por lo menos para usar en su interior la diferencia entre sistema y entorno para orientar y procesar la información (Luhmann, 1991: Introd., 32).
Se puede formular una interrogante sobre la forma de los límites de los sistemas sociales que, presentándose como llave de acceso y cerradura, demanda una respuesta sobre la pertenencia de dichos límites: ¿están en el entorno o están en el sistema mismo? Dada la dimensión abstracta y poco formalizable de los sistemas sociales es posible afirmar que dichos límites están mutuamente condicionados.
En todo caso el concepto de sentido sólo adquiere sentido dentro de los límites del sistema mismo; el entorno sólo puede tener un sentido imputado, pero no proviene sentido del entorno. Si el entorno está constituido por otros sistemas sociales o hay otros sistemas sociales en el entorno, la comunicación proveniente de éstos adquiere sentido en el interior del sistema que la recibe, digamos que afecta su capacidad electiva, selectiva y de toma de decisiones.
La posibilidad del sistema se llama unidad diferencial. La diferencia subsistémica confiere unidad al sistema social que incluye al conjunto de los subsistemas que a su vez pueden entrar en procesos de diferenciación creando subsistemas subsistémicos. Los entornos de unos y otros se presentan como diferentes dependiendo de dónde se les observe.
Comunicación, doble contingencia y selección
El ámbito de la doble contingencia hace referencia a los sistemas psicofísicos clausos autorreferentes en comunicación recíproca, en autoobservación y en observación recíproca, a quienes Luhmann imputa la distinción intercambiable de alter y ego. A diferencia de los sujetos de la acción individual esta relacionalidad constituye un sistema de acción donde lo fundamental es la operatividad de la conciencia que considera las observaciones de uno y otro para producir respuestas construyéndose mutuamente (Luhmann, 1991: cap. III, 122- 123).
Con ello los elementos del sistema establecen operativamente reducciones sistemáticas. Si la comunicación fuera total (todos con todos) reinaría el caos absoluto, las comunicaciones dejarían de tener sentido y el ruido haría insoportable la socialidad. No es así: los elementos entre sí, los subsistemas entre sí y entre sus propios elementos operan a partir de la capacidad desarrollada de reducción de la complejidad mediante la comunicación.
El sentido que establece la comunicación reductora proporciona direccionalidad al sistema de acción posibilitando la elección. Alter y ego comunican a partir del principio que podría describirse por una especie de yo sé que tú sabes… Los conceptos de alter y ego son tomados de Parsons (Parsons, 1991: 16).
De manera más compleja la doble contingencia podría expresarse con un yo no puedo entrar a un sistema de acción sin saber cuáles son tus expectativas, puesto que éstas influyen en mis elecciones independientemente de que yo pueda o no intervenir directamente para propiciarlas y de que la complejidad sistémica y del entorno permita o no la posibilidad de situaciones electivas. Lo anterior (me) permite ordenar, jerarquizar las selecciones y finalmente conservar la diferencia sin romper la unidad (Luhmann, 1991: cap. 3, 127-128).
Esta posibilidad permite relacionar la dimensión inabarcable de la complejidad con la contingencia de la elección que opera sistemáticamente por reducción y que precisamente se encuentra contenida en la trama de la complejidad, presentándose ya como una línea binaria, ya como una trayectoria de múltiples opciones sin determinación. Este es el sentido en Luhmann, un sentido de atribución, de imputación. El sentido no será sino la forma descriptiva de la complejidad, podríamos decir que es la complejidad reducida, la cual sólo por ese medio se vuelve decriptable, comprensible.
Esta atribución de sentido es autoposicionante. Sólo tiene sentido si se realiza desde la autorreferencia, desde un ajuste autorreferencial. El sentido estaría ausente sin la conexión necesaria entre la contingencia, la autorreferencia y la complejidad, para encontrar en ella la selectividad que la multiplicidad de opciones permite. El sentido se presenta como posibilidad selectiva del sistema.
Sólo hay producción de sentido cuando hay elección posible; consecuentemente hay capacidad evolutiva, ya que se evoluciona selectivamente. Aquí Luhmann presenta la paradoja social que permite al mismo tiempo la estabilidad como continuidad y el cambio como evolución. Su estabilidad depende del movimiento y es una de las formas de la unidad de la diferencia.
Pero este movimiento no corresponde -a la manera clásica de las teorías sociológicas- a la acción social, como lo hemos señalado, sino a la comunicación. Habíamos igualmente señalado el papel de articulador estratégico que ocupa el concepto de comunicación para Luhmann. En este ámbito aparece una crítica que se quiere radical de las teorías de la comunicación que la entienden como emisión, transmisión y recepción de mensajes comunicativos.
Hay una desconfianza de Luhmann en tal visión que a su juicio permitiría suponer sustancias ontológicas y subjetivas rondando los contenidos de los mensajes. No existen, según Luhmann, tales sustancias (Luhmann, 1991: cap. 4, 153).
Lo central de la comunicación está precisamente en ella misma, es su propio horizonte, un horizonte de selección, de diferenciación y al mismo tiempo de autoobservación que tiene por objeto la reducción de la complejidad. Para Luhmann es la propia comunicación la que califica y elige las comunicaciones, es decir, existe un momento previo, regulador de los mensajes, que les va dando lugar y sentido como actos electivos y selectivos.
No se trata entonces de acciones comunicativas autónomas que partan de los emisores de comunicaciones, ni tampoco se trata de acontecimientos que derivan informaciones sin selección ni calificación de las mismas. No es que el acontecimiento no se produzca como tal (éste estará a su vez condicionado por la comunicación previa); lo que se quiere señalar es más bien que su importancia estaría calificada de antemano por la propia comunicación, donde, ahora sí, el lenguaje es sólo instrumental, utiliza signos para producir sentido (Luhmann, 1991: cap. 4, 151-152).
Lo anterior quiere destacar el hecho de que la información no es nunca arbitraria e indiferenciada sino que siempre está tratada de antemano, es decir, su importancia está determinada por elecciones previas que le atribuyen sentido. Aquí hasta lo insólito tiene su lugar. (Catástrofes, éxitos tecnológicos, magnicidios, violencia electoral, derrumbes financieros, sucesos deportivos, por ejemplo.)
La comunicación permite que los sistemas sociales se observen entre sí y particularmente se autoobserven como un mecanismo propio de selección. No hay un sujeto de la comunicación que no sea la comunicación misma.
Esto último quiere subrayar el hecho de que tal selectividad informativa de la comunicación no tiene por objeto la uniformidad de la información. La información en cuanto tal se acepta o se rechaza: el rechazo es el sustrato del conflicto; la aceptación es la posibilidad del orden social, pero el orden posible, esto es, el orden que se produce a través de la unidad de la diferencia, de la continuidad y del cambio como potencialidad de pervivencia del sistema social.
Las objeciones, que son cuestionamientos en busca de respuestas (no automáticas)
Primera objeción
Pensar radicalmente, como lo propone Luhmann, nos conduce a estructurar preguntas que deberían encontrar respuestas en términos sistémicos consistentes: ¿es posible pensar que los hombres no formen parte de la sociedad? Un cuestionamiento analítico radical tendría que reformular la pregunta: ¿es posible un mutuo condicionamiento entre hombres y sistema social que permita la creación de sus existencias paralelas autónomas? Dicho de otra manera, ¿puede existir objetivamente una sociedad independientemente de los hombres? O bien, expresado de manera inversa, ¿si los hombres no existieran, habría sociedad? Las preguntas quedan abiertas y las respuestas también.
Segunda objeción
Es comprensible que la sociedad, entendida como el Sistema Social, sólo pueda ser enunciada casuísticamente como el momento en que los subsistemas sociales en su conjunto interactúan con el propio Sistema Social. Esta casuística puede transformar la sociedad en sólo una posibilidad. El Sistema Social sería siempre sólo una probabilidad, una abstracción circunstancial.
¿Se puede, o tendría importancia, construir una Teoría General de la Sociedad que englobe una Teoría de los sistemas sociales, cuando su más importante nivel es sólo una posibilidad?
Desde una perspectiva radical sistémica, la sociedad es un sistema social imposible, dada la dificultad de que el momento concreto de la total interacción de todos los subsistemas con el sistema social se produzca no sólo como un mero entorno de los mismos. De hecho, el propio Luhmann reconoce la Imposibilidad, pero al mismo tiempo considera que es el sistema social es formulable en sus términos. Una paradoja que debería ser resuelta.
Tercera objeción
El problema de la sociedad como complejidad abstracta lleva a Luhmann a subrayar las formas de reducción de la misma para propiciar la gobernabilidad. Empero -y también lo advierte Luhmann, aunque no le pone el acento que le da a la reducción-, es la posibilidad del incremento de la complejidad como resultado de la toma de decisiones lo que no aparece desarrollado es su esquema; aunque parezca paradójico, es posible que la reducción de complejidad se nulifique con el incremento de la complejidad: una decisión burocrática administrativa dirigida a resolver un problema puede, por ejemplo, en su intento de racionalización demandar un incremento de trámites, de llenado de formularios, de número de personas para ocuparse del asunto, de tiempo y, posiblemente, de instrumentos de cálculo y de espacio adicional. Se puede decir seleccionó “mal”, pero no hay nada que pueda asegurarnos que la buena o la mala selección sea la que se produzca.
Cuarta objeción
El sentido en Luhmann es una noción fuerte, quizá la más consistente de su sistema; está referida a una especie de desbrozamiento de la complejidad y de búsqueda de transparencia que posibilite la selección: la interacción de los elementos del sistema posibilita, a través de la comunicación, reducir la complejidad para, a su vez, elegir, seleccionar, decidir; un sentido sin determinación que va mostrando sus opciones conforme se van tomando decisiones o haciendo elecciones. Podría sonar posestructuralista, pero su evolucionismo no permite atribuir esta etiqueta.
Aquí nuestro cuestionamiento se dirige al establecimiento de los límites de la capacidad de apertura de dichas elecciones, ya que éstas no tienen necesariamente un signo de evolución: pueden tener, según el mismo Luhmann, signos “malos”, es decir ser catalogadas como decisiones incorrectas o equívocas; pero aun así, parecería que el énfasis siempre se pone en la forma evolutiva y casi nunca en el estancamiento o en el error, o más radicalmente, fuera del esquema progreso/atraso. De esta manera, aun considerándolo un posilustrador, Luhmann se encuentra atado a la ideología de la evolución, así sea ésta errática e impredecible (Izuzquiza, 1990: 231).
Quinta objeción
Sobre la comunicación y la doble contingencia. ¿Es verdad que la contingencia sólo es doble? ¿No puede ser múltiple y transversal y no solamente horizontal? ¿No puede haber anonimidad e indiferenciación?
La multidimensionalidad de la comunicación no necesariamente tiene destinatario exclusivo, su ámbito de circulación va siempre más allá y sus efectos también se extienden sin control.
¿No se trata, más bien, de una contingencia múltiple? ¿No ha obligado esta libertad de circulación a establecer ciertas restricciones políticas a ciertos tipos de comunicaciones,
más allá de los automatismos inherentes a la selectividad de la comunicación por sí misma? ¿Los sistemas políticos totalitarios o burocráticos no se parecen más cercanamente al esquema luhmanniano del control informativo?
Creemos que no se trata sólo de comunicación. ¿Qué califica a la información? Es verdad, en principio la propia comunicación, pero este automatismo o tiene patrones de calificación o los criterios están forjados desde fuera de la comunicación misma. Los criterios de selección podrían estar en figuras como el interés, el estatus y el poder, etc. No sólo se considera lo que estos ámbitos quieren sino además lo que pueden y lo que no pueden, lo que el sistema permite y lo que no permite.
Y no hay que olvidar las comunicaciones y el sentido cuyo signo sigue siendo simbólico, donde la contingencia puede ser sencilla o múltiple y donde puede incluso carecer de interlocutor, físico o psicofísco, como es el caso de algunos actos religiosos (la oración personal cristiana, los movimientos automatizados del budismo, las prácticas anacoréticas). Luhmann puede descartarlos. Sin embargo, en la diversidad de sociedades modernas pueden expresarse una multitud de situaciones contingentes que tienen una enorme carga simbólica no reductible a la pura comunicación. Otra cosa aún más contundente es la posibilidad de combinar símbolos y comunicación. ¡Que les pregunten a los propagandistas!
Por el contrario, con la multiplicación al infinito de medios de emisión/recepción de imágenes y de mensajes, el ámbito de circulación de todas maneras no asegura receptores idóneos. La oferta supera la demanda y, con mucho, sigue prevaleciendo un cierto caos y un cierto desorden, a Dios gracias.
Conclusiones
La sociedad luhmanniana se define como complejidad. Establece un principio que correlaciona modernidad con el incremento de la complejidad, la cual al mismo tiempo opera selectivamente mediante la diferenciación. misma que es fuente de la parcelación del sistema social denominado sociedad en sus respectivos y especializados subsistemas, o dicho de otra forma, en sus respectivas y especializadas comunicaciones expresadas en sus también particulares lenguajes. Se trata de una progresiva mentalización de la vida social (Luhmann, 1989: cap. 12).
Podemos advertir que la comunicación se produce a través de las diversas prácticas sociales como automatismos que se generan en esquemas similares a la idea de estímulo-respuesta, estímulos provenientes del sistema mismo, del entorno y de otros sistemas.
Un devenir del mundo realizado mediante la diferencia sistema-entorno que deja de lado los supuestos ontológicos, donde toda filosofía del sujeto queda incorporada y al mismo tiempo disuelta; un automatismo naturalista autorreferente y autorreproductor en movimiento, capaz de autodescribirse y autocorregirse evolutivamente (Habermas, 1990: 32-34).
De esta manera, la mentalización de la vida social no significa mayor conciencia personal; puede significar lo contrario, un incremento sustancial de la manipulación de las conductas sociales para propiciar una mayor gobernabilidad (Ardigó, 1990: 35).
Lo anterior no necesariamente tiene un signo negativo; empero debe reconocerse que aleja, aún más, la posibilidad de incidencia de lo social, de los hombres, en la conducción de la sociedad. Aparecen siempre como dos planos distintos y, sin embargo, la autorreferencia del sistema y de los subsistemas son una imagen de la autorreferencia de la persona. Los sistemas no pueden no referirse a sí mismos cuando se refieren a lo otro, esto es, al entorno o a los otros sistemas o a la sociedad (Habermas, 1989: 435 n.).
A través de esta autorreferencia sistémica, Luhmann afirma que la crisis de la planeación no significa que la racionalidad no sea ya posible, sino que debe ser pensada de otra manera. Lo que interesa preguntar según Luhmann es si, dentro de un concepto de planeación sistémica, un sistema social puede planearse a sí mismo, y cuáles son los problemas con los que hay que contar al intentarlo (Luhmann, 1991: 464).
Vieja pregunta que abre los horizontes sistémicos y no sistémicos de las esperanzas utópicas y también de las tentaciones totalitarias. El mismo Luhmann se adhiere a la posibilidad de concebir la anticipación racional (planeación) como extension of choice, pero sin dejar de advertir el incremento de complejidad que ello produce y el que esto no sólo concierne a quienes se dirige la planeación, sino también a quienes se afecta con ella.
Por lo anterior podemos decir que hemos ubicado nuestras objeciones en el espectro de la amplitud conceptual operativa luhmanniana:
– Relación persona-sociedad como paradoja de pertenencia/no pertenencia y al mismo tiempo mutuo condicionamiento existencial.
– Paradoja del condicionamiento existencial de la relación casuística sociedad/ subsistemas, que hace (im)posible la sociedad moderna.
– Reducción selectiva de la complejidad/incremento diferencial de la complejidad como paradoja contingente de la selección, decisión o toma de decisiones.
– El sentido como apertura de la selectividad sin determinación/vinculación con la predisposición teleológica de la evolución progresiva.
– Finalmente, de una parte la paradoja de la doble contingencia como desagregación última de los sistemas de acción/contingencia multidimensional como experiencia comunicacional cotidiana y, por otra parte, la presencia insistente de los referentes simbólicos dentro y fuera de la propia comunicación.
No es ocioso afirmar que nuestras objeciones conducen a reflexiones generales sobre las sociedades contemporáneas, mismas que las ciencias sociales, pero particularmente las teorías sociales, deben abordar:
En primer lugar, sobre la inevitable -así sea para disolverla- relación entre individuo y sociedad, tanto como sus mediaciones necesarias.
En segundo lugar, sobre las articulaciones que toda sociedad establece con sus agregaciones diferenciadas, sean éstas de carácter funcional o sistémico. Asimismo sobre las relaciones entre éstas y sus respectivos entornos.
En tercer término, sobre las formas específicas que adoptan los sistemas de decisión y muy particularmente sobre los efectos producidos y buscados, pero también sobre sus efectos imponderables.
En cuarto lugar, sobre las formas que adopta el sentido, preséntese éste como comprensión subjetiva o como simple capacidad electiva, sentido que puede ubicarse en la posibilidad evolutiva o que por el contrario puede negarla.
En quinto término, el lugar que, en las sociedades actuales, ocupan el peso y la dimensión de la comunicación; ya se vea ésta como competencia comunicativa o como simple calificación de la información, no puede permanecer inadvertida.
Por supuesto que las refutaciones a nuestras objeciones y sus consecuencias para las ciencias sociales pueden ser formuladas desde la propia lectura de Luhmann, como desde otras lecturas, pero queremos que este intento pueda servir de punto de partida a la discusión de un autor extremadamente mencionado -por la misma razón mitologizado y poco exegizado-, en el sentido de seguir la exposición de sus conceptos sistémicos en sus propios contenidos. En este sentido exegético se ubica la presentación que de Luhmann desarrolla Víctor Alarcón; sin embargo, y no obstante de tratarse de un intento que aunque breve es riguroso, su falta de distancia revela entusiasmos apresurados.
Esto se debe por supuesto al deslumbramiento que puede causar, de entrada, una teoría tan elaborada y coherente como la de Niklas Luhmann. Aún es pronto, creemos, para proponer adhesiones definitivas a la construcción de teorías unificadas y universalistas, particularmente después del derrumbe de algunas versiones de las teorías y los relatos omnicomprensivos.
Ahora bien, si algo no se puede negar es que la obra de Luhmann, particularmente en lo que concierne la sociología, es un esfuerzo considerable para atribuirle a la Teoría General de la Sociedad una capacidad explicativa de enorme potencia para la comprensión de la sociedad como sistema social.
El prestigio de Luhmann ha adquirido un cierto estatus de altura, lo cual hace difícil la crítica de su sistema; empero, este esfuerzo deberá hacerse lo más rigurosamente posible, advirtiendo sin ambages aquello que es propio de su sistema analítico y aquello que aparece como influencia o crítica externa: ambas vertientes serán útiles para conocer y en su caso evaluar, desechar o adherirse a las teorías luhmannianas. Cabe mencionar aquí el trabajo comparativo que realizó Virginia Sánchez Rubio sobre algunos elementos weberianos que se transparentan en las posiciones de Luhmann y de Habermas en la polémica que dichos autores han venido sosteniendo (Sánchez, 1985).
Habermas, valorizando las aportaciones de Luhmann como una traducción creativa del lenguaje propio de la cibernética y de las biociencias, advierte de la amplitud y de la flexibilidad que puede generar este autor para producir descripciones no solamente objetivantes (teoría del sujeto) sino objetivistas (autorreferenciales), donde la crítica de la razón como crítica de la metafísica y del poder acabarían por quedarse sin objeto. Por supuesto, avanza la idea de la crítica de la teoría luhmanniana encontrando ya la filière en las imágenes mecanicistas del mundo y en las materialistas fisicalistas que han intentado reducir lo mental y lo espiritual (ese ámbito de la locura de la cultura) a lo meramente corporal (Habermas, 1989: 452).
En este avance de pretensión universalista, sabemos que el tránsito de esta teoría general a formas aplicadas está en curso y que su éxito depende en gran parte de la política de quienes incursionan en esa aventura y que la influencia teórica de Luhmann en la determinación de políticas públicas y privadas se acrecienta con fuerza adquiriendo un prestigio poco común para un académico en el ámbito de la política y de la administración.
Su crítica al Estado del Bienestar ha sido fundamento de definiciones prácticas en materia de política económica y social; sin embargo, casi no han aparecido, por lo menos en nuestra lengua, por un lado, reconocimientos expresos y, por otro, ensayos críticos de sus trabajos.
Reconocemos, por último, las limitaciones que nos impone la falta de traducciones directas al español para los no germanoparlantes. Por todo lo anterior es necesario advertir que el análisis crítico propuesto se circunscribe prácticamente al recién publicado libro de Luhmann Sistemas sociales, su principal obra sobre teoría de sistemas en el ámbito de lo social, y a otros trabajos aparecidos en italiano y en español.
Nuestras objeciones tienen como interés participar de un debate el cual deseamos que permanezca abierto.
CITAS
[*] Profesor del Centro de Estudios Básicos en Teoría Social, FCPS, UNAM.
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