Hasta ahora, no es posible evitar las definiciones kantianas de espacio y de tiempo. Categorías de dimensiones transcendentales que indican solamente el hecho de ser independientes de la experiencia.

Con esto quiero decir que toda experiencia es imposible sin ellas. Son eso, dimensiones interdependientes, donde es imposible pensar lo uno sin lo otro. Entre sus virtudes tienen el hecho de que a pesar de no ser tangibles como cuerpo alguno son perceptibles. Como dimensiones son la referencia de toda medición.

Todo lo existente está en el espacio, todo lo existente transcurre en el tiempo. Esto es por supuesto la manera filosófica de ver tiempo y espacio.

Si nosotros quisiéramos aventurar una definición elemental diríamos: el tiempo es una dimensión indiferente en la que suceden irreversiblemente las entidades y las existencias en su cambio y desgaste, en la que también se producen los fenómenos y los acontecimientos en su sucesión. Es la forma a priori de la sensibilidad interior.

En el caso del espacio diríamos: el espacio es una dimensión indiferenciada en la cual se despliegan las formas materiales y las existencias. Es la forma a priori de la sensibilidad exterior que permite darles dimensión a los objetos.

Ambas categorías son transcendentales, en el sentido de que son independientes de la experiencia. Ambas son percepciones, son la medida necesaria de todo lo existente. Están íntimamente relacionadas. Se ha querido encontrar una identidad entre espacio y universo pero se ha llegado al consenso de que el espacio contiene al universo.

El espacio puede pensarse real, metafórica y analógicamente de varias formas: hay en primer lugar una idea de interioridad en el individuo, una especie de espacio interior. No obstante que el cuerpo individual ocupe una espacialidad perceptible particularmente por el dolor y otras sensaciones internas no sólo está ocupado por los sistemas orgánicos, sino fundamentalmente por lo que llamamos sujeto.

El sujeto es el espacio de la conciencia, que igual lo podemos ver como mero rendimiento de las operaciones sinápticas o bien como ese punto de contacto entre la interioridad y la exterioridad como lo definía Foucault. (1) Se trata de una relación con el mundo, en palabras de Henry Lefebvre. (2)

El sujeto es constituyente y reconociente del tiempo y del espacio, que en un primer momento parecieran externos, pero si pensamos con más cuidado, tiempo y espacio también son percepciones interiores, somos en y con el tiempo, más radicalmente pensado, somos todos en simultaneidad, somos los entes constitutivos de la forma presente del tiempo.

Aún más radicalmente pensado, no hay más tiempo que el tiempo presente, ni hay más espacio que el espacio presente, el tiempo fenoménico es el fluir continuo del instante presente, por lo tanto sólo somos en el instante presente de manera correlacionada con el espacio presente, el pasado dejó de ser y el futuro aún no es, el futuro es sólo una posibilidad. “El tiempo no tiene más que una realidad, aquella del instante” nos dice Gaston Bachelard, y continúa “el tiempo es una realidad comprimida entre el instante y suspendida entre dos nadas” (3)

De manera más problemática puede pensarse el espacio ligado al tiempo, si lo pensamos de manera radical, el espacio sólo existe en tiempo presente. Las primeras formas de pensar el espacio lo vinculaban al tiempo: espacio de tiempo, relación espaciada entre acontecimientos.

No quisiera asustar a nadie, pero el espacio pasado dejó de existir. El espacio sólo existe en el presente. Hay cosas que parecen permanecer como “congeladas “ en el tiempo, sin embargo el tiempo no ha pasado en balde, no ha pasado sin producir efecto.

Desde el marxismo podríamos decir que siempre se produce un gasto, un desgaste o incluso un daño. Su forma pasada puede dar sólo una idea de la forma en que fue presente en el pasado.

Eso es precisamente lo fascinante de la disciplina de la historia, tener por objeto algo que ya no existe y de lo cual solamente podemos disponer en forma de trazos, testimonios, evidencias, documentos de su presente pasado, apoyándonos con frecuencia en la memoria, en las memorias.

El tiempo es el fluir constante del instante presente que testimonian los vivos que son contemporáneos. Desde la perspectiva marxista se dice que hay tiempo vivo, el tiempo del trabajo presente y que hay tiempo muerto, el trabajo acumulado en la transformación, como lo han trabajado entre otros Panzieri (4). Pero aquí no sólo hablo de trabajo en sentido industrial o empresarial.

Para nosotros el tiempo muerto es sólo memoria. Y esta es una relación de registro entre acontecimientos significantes. Por otra parte el tiempo futuro sólo se puede pensar como proyección, como posibilidad o incluso como utopía.

Por ello quizá es tan importante la corrección que Fichte hace a Kant al insistir en su pregunta sobre quien elabora los juicios de la razón pura, de la razón moral y de la razón estética. Fichte localiza al sujeto en la conciencia del instante presente, y localiza también la capacidad de registro del ser en el tiempo y en espacio como la memoria. Lo que está claro es que, sin conciencia no hay memoria. (5)

Entonces, para poder ser en sociedad, y aquí viene la sociología y también la historia, requerimos alargar, expandir, dilatar, nuestra idea del tiempo. Para poder funcionar socialmente efectuamos dos operaciones básicas:

Uno, pensamos el tiempo presente como algo más que el instante presente, una especie de faja del tiempo que abarca y contextualiza al presente. Es más, creemos que el tiempo presente puede constituir etapas o épocas, lo cual es en si mismo difícil de concebir. Sin embargo lo concebimos, tenemos necesidad de ello. Caracterizamos épocas por sus rasgos más generales, tenemos que decidir sobre sus cortes. ¿Donde empieza? y ¿donde termina?

Y dos, pensamos el espacio como lo que lo ocupa, el entorno, el territorio, las cosas, las instituciones. De estos giros mentales se ocupan precisamente la historia y la sociología.

En el tiempo histórico y social. Una época puede inclusive estar formada por varios siglos y al interior de ella podemos hablar de etapas. Por ejemplo, Habermas (6) nos habla de modernidad tardía o de manera aun más compleja, de modernidad inconclusa.

Somos tan modernos que ya somos viejos modernos de tanta modernidad, simplemente porque se considera que hay modernidad desde el siglo XVIII, y sin embargo, los modernos personajes de los 1700 nos parecen más bien anticuados: es difícil imaginar a Voltaire cobrando su quincena en la caja del CEICH, por más que lo consideremos un moderno.

Para nuestros fines el caso de Foucault es ilustrativo, éste autor para evitar usar el término modernidad, que se ha visualizado como una época socialmente existente, prefería usar el término contemporaneidad, es decir el tiempo acotado al que comparten los vivos, todos los que están vivos, dicho de otra manera la contemporaneidad es una prerrogativa de la conciencia de los vivos. No de los que todavía no nacen, no de los que ya murieron.

Así vista, la franja de tiempo expandida a la contemporaneidad no puede tener más de cien años. ¿Estar en esa franja es lo que definiría ser contemporáneo? Aún así, cien años son demasiados para calificar el presente. En sentido más preciso, si nos damos cuenta, calificamos nuestro presente por décadas. Por ejemplo hablamos de las décadas perdidas, de la década rebelde, de la misma forma decimos la música de los setenta, de los ochenta, etc. ¿Dónde termina lo nuevo y dónde comienza lo retro?

Vale la pena señalar que para Kant lo que caracteriza al presente es la forma dominante del pensar, casi como una ideología, pero no sólo reducida a ésta. Kant decía de su tiempo al responder a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?

La ilustración es el hoy, es el presente, su presente, entonces iba más lejos, definía su presente como el momento del rompimiento de todo tutelaje y la preeminencia de la libertad como libertad de pensamiento en situación correlativa del constreñimiento: sapere aude! Ten el valor de conocer, pero al mismo tiempo que conozcas, también obedece. (7) No sabemos aún si ese horizonte de tiempo ya terminó.

Entonces el tiempo sociológico es ante todo el tiempo de su objeto: el tiempo de la sociedad contemporánea. La sociología nace en el siglo XIX, se consolida en el XX y tiene sus crisis entre siglos XX y XXI.

Le llamamos, a falta de otro término, sociología de la posmodernidad.

Ahora nos preguntamos ¿Cómo es el tiempo y el espacio de la sociedad presente? La sociología clásica es la forma de ver la sociedad industrial, surge en ella y con ella está en crisis. Su espacio y su tiempo están hoy completamente alterados. Algunos le llaman globalización.

El presente nuestro está aun más compactado, tanto más cuanto la actual sociedad discurre vertiginosamente entre cambios insólitos, cambios que pueden vislumbrarse como cambios en la velocidad.

¿¡Velocidad!? ¡De que estás hablando Luis Gómez!

Regresemos a Kant, a Newton y también a Einstein, la velocidad no es sino la relación existente entre espacio y tiempo. El espacio tiene dimensiones que se calculan en distancias, las distancias se transcurren en tiempo.

Vista desde la sociología, la velocidad es la relación existente entre los intercambios societales ahora efectuados a la distancia. Mercancías, señales, signos, mensajes, personas. Antonio Negri le llama a esta confluencia de intercambios a altas velocidades el territorio del nuevo Imperio. (8)

Vivimos por tanto una aceleración de los intercambios. Ya se habla de intercambios a distancia en tiempo real. Por supuesto me refiero a internet, pero no solamente. Los intercambios entre personas prefiguran así, como en la World Music, en la Fusion Music, un neo nomadismo hiper sincrético. Esta visión del “no soy de aquí, ni soy de allá” hace relativos a los valores y a las moralidades, o por lo menos los altera. (9)

¿A que Dios obedezco diría Max Weber, en la plena vigencia del neo panteísmo ecológico y del neo politeísmo axiológico?

No en balde hoy constatamos el surgimiento de la noción de ciberespacio, mismo que algunos le denominan curiosamente espacio virtual, digo curiosamente porque precisamente el espacio al ser sólo una percepción inmaterial es sólo virtual. (Me refiero aquí a la potenciación de nuestra capacidad de cálculo. Nuevos esquemas de modelación y de simulación, ecuaciones y trayectorias en circuitos).

Se habla inclusive de la abolición del espacio a través de la comunicación inmediata. Por supuesto la telefonía y la comunicación satelital ya habían abierto esa posibilidad, pero no de manera tan generalizada ni de manera tan aparentemente barata.

El tiempo epistolar ha sido desplazado sin desaparecer del todo (existe todavía algunos románticos) por el tiempo del e-mail (de hecho se puede seguir siendo romántico por internet.) Preludio de los actuales intercambios.

No faltará la objeción que plantea que hay lugares a donde todavía no llega esta forma de intercambio, sin embargo lo que si podemos afirmar es que su crecimiento es expansivo y su potencial es enorme.

¿Y el espacio histórico y social? ¿En que sentido esta alterado el espacio social? Al mismo tiempo que se habla de la globalización, estallamiento de las fronteras nacionales, se habla del estallamiento de las fronteras interiores y se valoriza lo particular, hoy estamos de vuelta, bien que de manera diferente, en lo local, en la comunidad, en lo regional, no sólo como espacios de estudio, sino como espacios de vida, incluyendo la vida política y principalmente el nuevo espacio de la sociedad civil

La posmodernidad fue caracterizada por J.F. Lyotard (10) como el pequeño relato del fin de los grandes relatos. Pienso que la crisis de la sociología del siglo XXI, puesto que la crisis del XX fue descrita por Alvin Gouldner, (11) y se refiere fundamentalmente al fracaso de teorías omni comprensivas y omni explicativas, el último gran fracaso fue el de Nicklas Luhmann (12) al hacer sin darse mucho cuenta un parangón entre sociedad y cibernética.

La ruptura de las grandes categorías nos lleva a una constatación donde surgen aspectos volátiles e interpretativos que corresponden a la emergencia de nuevos actores, de nuevas categorías sociales de propósitos específicos.
Las historias de vida se abren camino, al igual que la singularidad de los discursos y sobre todo, lo dicho.

Con ello vemos cómo el espacio de la sociología empieza a parecerse mucho al espacio de la novela.

Esto es así porque, aunque la novela teóricamente, depende de la ficción, lo esencial es la memoria (del autor, de los personajes, de las situaciones, de los contextos y los ambientes).

De igual manera, la emergencia del relato sociológico permite un acercamiento a la ficción plausible, a lo fictivo (volveré sobre este neologismo) Y esto es así porque la memoria es selectiva, es discontinua, es arbitraria, es infiel, es incompleta, puede ser también denostativa o apologética.

¿Nos hemos preguntado por la relación entre memoria e historia y las nociones de espacio y tiempo?

Adelantaré algunas reflexiones, por supuesto provisorias: existe una correlación entre tiempo e historia como existe una correlación entre memoria y espacio.

La historia se preocupa más de la relación entre los hechos y las fechas, por supuesto; cuando más allá de los acontecimientos, aparecen en la historia los detalles físicos y simbólicos de los contextos referidos a los espacios de actuación, entonces reconocemos, como en el caso de Fernand Braudel (13) o de Ernest Bloch, (14) donde se trata de historias que van más allá de un mero catálogo de fechas, un tipo de historia fuera de lo común…

Por el contrario, la memoria tiene, salvo excepciones admirables, una relación de los acontecimientos más estrecha con el espacio: ¿Cuándo estuvimos en Nueva York? ¿Ya había pasado lo de las torres gemelas, nos alcanzamos a subir? ¿Fue antes o después de tu graduación en el Col-Mex?

Por supuesto hay culturas en las que tiene un gran valor recordar las fechas, no solamente las patrias, las ligadas a eventos religiosos o las relacionadas con las instituciones, sino las personales ¡Es imperdonable que olvides mi cumpleaños, o la fecha de nuestro aniversario! Sin embargo sucede.

Quizá esta relación privilegiada de la memoria con el espacio sea lo que le da a la novela su profundidad, donde muchas veces parecería flotarse entre un tiempo ambiguo, en una especie de intemporalidad donde las fechas como tales pasan a un segundo plano para centrarse en la recreación de ambientes, que sin duda también son temporales, pero cuya precisión realmente no importa.

El espacio de la novela es una ficción que tiene un lugar, este lugar pudiera ser coherente con una ubicación física. Pero donde el espacio puede ser también un no lugar (del cual no quiero acordarme, o quizá no puedo acordarme), Cervantes (15), Saint Exupery (16) y Karol Lewis (17) se complementan.

De la misma manera el tiempo de la novela puede ser sólo un instante (Todo el Ulises de Joyce, sucede en un instante.) una larguísima historia que se repite hasta el infinito, como el eterno retorno de Nietzche. (18) puede ser discontinuo, fragmentario, como en las Conversaciones en la Catedral de Vargas Llosa, quien las separa y las hace simultaneas con otros aconteceres. O bien la Rayuela de Cortazar (19) cuyos capítulos rompen la lógica lineal del tiempo al poderse leer en diversos órdenes.

Si el cine es una prolongación de la literatura (basado en, inspirado en…) hay que ver Irreversible, les dará mucho en que pensar.

Puede parecer motivante que nuestros espacios sociológicos se parezcan a las novelas, pero también pueden parecerse a las peores novelas, podríamos caer en la tentación de hacer relatos sólo de historias costumbristas.

El espacio kantiano es una referencia necesaria y orientadora, pero sociologicamente requerimos, o bien materializar el espacio, o bien darle una forma abstracta pero a la vez sea determinada: ¿que tipo de categoría es en términos espaciales la sociedad? Edgar Morin (20) nos dice que la sociedad puede ser vista como el espacio nacional.

No obstante esta aparente unidad territorial donde existe un solo Estado, puede estar atravesada por múltiples conflictos. El conflicto no es sino lo contrario, la desunión en un espacio nacional. Los territorios pueden ser vistos como regiones que incluso pueden alcanzar estatus de autonomía relativa o total.

La sociedad sería, según Morin el territorio de la unidad de la desunión conflictual nacional. Pero nuestro concepto de sociedad rompe con los límites espaciales y de alguna manera con los límites temporales. Hablamos ahora de las sociedades post nacionales, y al mismo tiempo hay una revalorización de los espacios de las sociedades locales, una recuperación de los espacios y los tiempos comunitarios.

Desde la sociología necesitamos traducir el concepto filosófico de espacio, identificándolo socialmente con el entorno. Pensamos el espacio como espacio físico y lo asimilamos no sólo al territorio, sino que además lo construimos abstractamente como espacio social. A veces lo identificamos con un lugar que puede ser la comunidad, el barrio, la fábrica e inclusive las instituciones. En literatura e incluso en el teatro y en el cine, el espacio toma la forma de escenario.

¿Dónde empieza un hecho? ¿Dónde acaba? ¿Cómo definir la amplitud del espacio? ¿Cómo delimitar la extensión del territorio? Tenemos una enorme dificultad para poner límites a nuestros objetos de estudio. Decidimos llevar adelante cortes temporales y establecer fronteras ahí dónde nos parece significativo hacerlo, más por consideraciones prácticas que porque los cortes y las fronteras están ahí fácticamente presentes…

Por otro lado los fenómenos de la sociedad no se suceden en espacios físicos completamente delimitados, o bien los comparten en simultaneidad con otros miles de fenómenos de los cuales los aislamos, o bien se pueden presentar con delimitaciones racionalmente establecidas.

Por ejemplo, el movimiento urbano popular de la Ciudad de México, ¿Dónde está? ¿De que manera se expresa? ¿Quién o quienes lo dirigen? ¿Cuánta gente participa y con que constancia o continuidad? ¿Tiene etapas claras? ¿Cuáles son y cuanto dura cada una de ellas?

Tan pronto como definimos que éste es un tema comienzan las acotaciones, primero temporal, buscamos un origen, generalmente mítico (el terremoto podría ser uno), establecemos una fecha última, algunas veces es hasta el presente, que a la semana siguiente se nos rezaga por lo que el corte será por lo general uno o dos años ante de terminar el trabajo, acaso agregaremos un epílogo con los acontecimientos que nos parecen relevantes e imprescindibles de los últimos meses, donde si nos clavamos en ellos, a la mejor nunca terminamos la tesis, el artículo, o la investigación.

Nos gana el tiempo

No quisiera hacer un inventario, pero me parece necesario señalar algunas formas de trabajo con el tiempo en la sociología: Tiempo de trabajo, clásico de la sociología del trabajo o de la sociología industrial, para mezclar el espacio en ella tenemos la tendencia que combina tiempos y movimientos, imaginamos entonces el dispositivo físico, el espacio del trabajo, el taller, la fábrica, las máquinas, la robótica…

En otro ámbito, la sociología organizacional, instituciones, oficinas, burocracia, procedimientos, procesos, gobierno, servicios, transporte, etc.

Contraponemos al tiempo de trabajo, el tiempo libre, cambiamos por tanto también la asociación con el espacio, espacio público, la plaza, el parque, el estadio, el campo de juego, el deportivo, el club, se habla ya de la gestión del espacio y del tiempo libre. Justo es señalar que el espacio público se privatiza, acceder a ellos cuesta (deportivo, club, gimnasio).

Tenemos también una sociología del tiempo de las edades, el manejo del tiempo de vida, el tiempo de la socialización, de Mead (21) y Elías (22) a Berger y Luckmann (23).

El tiempo de las familias: nacimiento, crianza, tiempo de juego (nunca terminamos de jugar, el juego aparece en todas las edades) escolarización, infancia, pubertad, adolescencia, celibato, tiempo de encuentros, noviazgos, formalización, tiempo de juntarse (no digo necesariamente matrimonio), edad productiva (vuelta al punto anterior) y de reproducción (vuelta al principio de este apartado), elección por otras sexualidades, todo ello siempre matizado por las pertenencias de género y las diversidades, delincuencia, drogadicción, maduración, enfermedad, envejecimiento, retiro, jubilación, pensión, senilidad y muerte, viudez.

Y por supuesto los espacios asociados: Clínica de maternidad, casas cunas, habitación, casa con/sin jardín, interés social, jardín de niños, preescolar, escuela primaria, especial, secundaria, preparatoria, escuelas profesionales, universidades, fiestas y reventones, el tiempo del desmadre, la sociedad de la calle y de la esquina, las cervecerías, restaurantes, antros, cafés (la sociología del café es muy interesante, el chisme, el rumor), albergues, espacios de trabajo (descritos arriba), reclusorios, espacios médicos, hospitales, casas de retiro, asilos para ancianos, para dementes, funerarias, cementerios. Aquí también aparecen los espacios públicos y los espacios privados.

Tiempo de edades asociadas a espacios de actuación, son objetos privilegiados ambos, de producción de memoria y de reconstitución de historia. Si algo podemos decir enfáticamente es que sin memoria no hay historia.

Y es que los sujetos de la actuación como señala Goffman (24) requieren en primer lugar de un escenario de contexto para la construcción de sus máscaras y en seguida de una idea de duración de la escenificación en un contexto temporal.

Actuaciones acotadas en espacio y en tiempo, reconstruidas en la memoria y en la historia.

Los acotamientos se producen en el espacio: el norte de la ciudad, el norte del país, la frontera, el área del aeropuerto, el sureste, o bien el barrio de la Romita en la colonia Roma, o inclusive los días en que el MUP detuvo los desalojos de la vecindad de los Sánchez en Tepito.

Como podemos ver no sólo expandimos o compactamos el tiempo, sino también el espacio y el tema mismo. Y cuando hablo de los Sánchez, de los hijos de Sánchez, bien que se trate de antropología urbana, se trata de un espacio de reflexión compartido con la sociología, ahí veo una muestra de la compactación de tiempo y espacio muy, pero muy cercana a la literatura.

La literatura tiene como característica la recreación de los espacios y la manipulación del tiempo, es un territorio abierto. Puede sugerir la creación de ambientes y de territorios que pueden no existir, puede igualmente distorsionar lo existente al grado de mostrar algo que existe, pero que esta totalmente alterado. Pero finalmente guarda una referencia.

Es célebre la anécdota con un técnico en creación de personajes que trabajaba con Spielberg. ¿Qué tienes? le preguntó el cineasta

__Tengo un monstruo que no se parece a nada.

__ ¿Seguro? Le replicó el célebre director. __Haber, descríbemelo… a lo que el técnico respondió:

__Tiene patas de oso, cuerpo de rana, trompa de elefante, cabeza de buitre.

Como ven es difícil recrear algo que carezca de referencias a lo existente Como diría Innovar Emilsson, nadie va a poner un oso polar en el Amazonas, salvo por una licencia literaria.

Lo más cercano que podemos encontrar está al interior del espacio onírico. En los sueños tiempo y espacio están totalmente alterados, incluso es posible decir que la propia narrativa de los sueños suele ser confusa, discontinua. El sueño comprime el tiempo de tal manera que podemos soñar una escena una y otra vez como repetición sin más límite que el despertar.

La literatura tiene sin duda las características del sueño, pero va mas allá, por ejemplo, está de moda en la literatura contemporánea la descripción minuciosa y detallada de los objetos en el ambiente de la trama, (cuando hay trama, puesto que puede no haberla). Lo que una descripción de un objeto de un ambiente puede tomar páginas y páginas, largos momentos de lectura, en el tiempo de la acción en la novela, puede transcurrir en sólo algunos instantes.

Utilizo el neologismo del concepto de fictivo para hacer una distinción con el de ficticio, ya que este último nos remite a algo creado artificialmente pero finalmente falso o inexistente. Lo fictivo describe una relación entre realidad y ficción. Describe ese gradiente entre la realidad y la ficción.

Con el espacio abolido por la velocidad de las comunicaciones instantáneas, al mismo tiempo prevalece la materialidad del territorio en la vida cotidiana de todos los días, podríamos decir que hoy vivimos a diferentes velocidades. Así como defendemos el territorio de nuestra memoria natural, se ha transferido este concepto de memoria virtual, a la cibernética que finalmente no es sino una manera más, de un registro mecánico.

Vivimos en un espacio y un tiempo que son de la sociedad, pero también de la literatura, no me refiero por supuesto a ningún neo-realismo, se trata más bien de entender la relación problemática existente en el manejo del tiempo y de espacio, de la memoria y de la historia, tanto en la sociología como en la literatura.

Baste señalar que el gradiente en la literatura se inclina hacia la ficción, sin llegar a ser totalmente ficción y, que el gradiente en la sociología se inclina hacia la realidad, sin ser totalmente realidad, es por así decirlo, su forma de acercarse a la verdad, sin impostarla, sin deificarla.

Una cuestión es segura, el tiempo sociológico es irreversible, a diferencia del tiempo de las ciencias duras, donde se dispone de la experimentación, de la repetición, de la comprobación. En nuestro caso, si algo en la observación se nos va, o escapa a nuestra memoria, generalmente se nos fue, ni modo.

Si en las ciencias duras se dispone de protocolos de experimentación y de controles de verificación, nosotros hemos construido esquemas discursivos y argumentativos de veridificación, concepto que también se puede traducir por plausibilidad.

No quiero, ni puedo, terminar con el viejo adagio de nada es verdad ni mentira, más bien adhiero a la fórmula, de que nuestro trabajo, así en la literatura como en la sociología, se despliega entre la verdad y la ficción,
es fictivo.

La tarea central de la sociología de nuestro tiempo es construir verdades hipotéticas plausibles. Finalmente si este coloquio, como verdadero hito de su temática, nos deja algo en la memoria, puede y debe, hacer historia.

El autor es Profesor de Tiempo Completo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es Licenciado en Economía por el Instituto Politécnico Nacional, cursó la maestría en Sociología en la FCPyS, es Maestro y Doctor en Sociología e Historia graduado en la Universidad de la Sorbona de París en Francia.

Notas

  1. Foucault, Michel,
  2. Gómez, Luis E. Entrevista a Henri Lefebvre, ¿Qué es pensar? Razón y Tecnología, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, No. 127, Año XXXIII, Nueva Época, pp. 173-180. FCPyS, UNAM, México, enero-marzo 1987.
  3. Bachelard, Gaston, L’intuition de l’instant, Éditions Stock, p. 13, Paris, 1931.
  4. Shon-Rethel, Alfred, Intellectual and Manual Labour. Critique of Epistemeology. Macmillan Press Ltd, London and Basingstoke. 1978.
  5. Belaval, Yvon, La Filosofía Alemana de Leibniz a Hegel, Historia de la Filosofía Tomo 7, ver Alexis Philomenco, “Fichte”, El problema de los grundlage, pp. 316-323. Siglo XXI Editores, México 1997.
luis e gomez sociologo mexico unam

Dr. Luis E. Gómez
Sociólogo mexicano especialista en temas de teoría social contemporánea.

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